CAPITULO 3-4

1681 Words
—Mamá, no tienes que comentar esto y… —Yo comento lo que te conviene. —Pero no es bueno que alimentes esos rumores… —¿Me reclamas? No es algo que solo mencione yo. Si supieras las cosas que se comentan de ellas en las cenas en Estambul entenderías que yo estoy siendo prudente. No es bien visto que una mujer descuide a su marido, pero siento pena por ella ¿Sabes? No tuvo una madre que la guiara o si la tuvo, pero murió antes de poder hablar de este tema. Estoy segura de que nadie la guio en la vida marital y por eso está siendo una vergüenza para su familia. Es un poco estúpida. Otra en su posición no lo dejaría salir de la cama hasta darle un hijo. Pero supongo que no importa. Su época está por terminar, cariño. Pronto serás tú. Casi pudo escuchar como la mujer besaba la mejilla de su hija. Los ojos de Elif irradiaron rabia. Pudo haberlas tomado del cabello y sacarlas a rastras de su casa después de hacer esa clase de comentarios cuando se sentarían descaradamente en su mesa. Eran estúpidas. Contuvo sus ganas de dar respuesta y retrocedió, sabiendo que lo mejor seria negarse a bajar a cenar. No podía con la hipocresía. La odiaba. Regresó a la habitación. Al menos con esa muestra de desdén se darían cuenta de que no eran bien recibidas y alguien con prudencia, saldría lo más rápido posible si quería mantener un poco la decencia. Decidió darse un baño y ante la ausencia de ropa, buscó el pijama. Vio el reloj y se dio cuenta que faltaban pocos minutos para la cena. El tiempo había salido corriendo por la ventana. Se puso la bata de seda y se recordó pedir a alguien ropa lo más rápido posible. Eso fue un factor que no consideró cuando pidió que le dejaran allí. Al menos había algunas prendas de seda reveladoras que si bien no le agradaban demasiado, si servirían para que pasara la noche. Acomodaba los tirantes delante del espejo, cuando la puerta se abrió de golpe. Se cruzó con unos ojos muy enfadados en el espejo y al desviar su mirada al reloj, entendió por qué. —¿Por qué estas vestida así? —Porque voy a dormir—respondió tajante. Ruzgar lanzó la puerta a sus espaldas con agresividad. Era imposible que tuviera invitados para cenar y que él no se hiciera presente. ¿Ni un como estas? ¿O como te sientes? Ella sonrió para sus adentros ante el pensamiento siendo sabedora que no le importaba. —Tienes que bajar a cenar. —No estoy interesada. No tenías que mandarlos aquí. Si decidí quedarme era porque necesitaba paz, no porque quería verme la cara con Aygul Celik mientras como un delicioso corte de cordero. Las carnes más finas se amargan en la presencia equivocada, Arslan—exclamó corrigiendo los tirantes y utilizando el enfado para mermar la inquietud de estar sin sujetador delante de él—. No me gusta que estén aquí. —No tiene que gustarte. Es mi casa. —¡Y yo soy tu esposa! —No es algo que recuerdes seguido. Ponte un maldito vestido y baja a cenar. Le dio la espalda y se dispuso a abrir la puerta. —No quiero. No quiero compartir mesa con ella ni con nadie que no sea de mi agrado. Suficiente tengo con tener que verla en reuniones. No tengo porque compartir mi cena con la mujer que podría convertirse en el objetivo de todas mis humillaciones. Tus ideas están yendo muy lejos, Ruzgar. —¿Mis ideas? ¡Porque demonios tengo que tolerarte! —Porque aceptaste y era el único que tenia decisión. Quería ahorcarla. Necesitaba hacerlo. —Sigue comportándote como una malagradecida. —¿Malagradecida? —preguntó ofendida acercándose a él y poniendo su dedo sobre su pecho—. Perdóname por no querer sentarme a comer con alguien que habla a mis espaldas. —¿Quién habla? ¡Por Dios, Elif! ¿Qué dicen? —Hablan de ambos, de intimidades que no deberían… —¡Por amor a Alá mujer! Eso es tu culpa. —¡Mi culpa! —¡Tu culpa! —Yo no soy quien busca amantes. —¡Discúlpame por intentar sobrellevar mi vida después de que aceptara firmar un papel que solo me ha traído problemas! Si tu quieres quedarte a llorar en una esquina adelante, solo no pienses que porque tu vida es miserable yo dejaré que la mía siga ese camino—soltó con desdén antes de dirigirse a la cama y afirmarse al respaldo—. Somos adultos responsables de sus actos. No puedes sentirte ofendida de que comenten verdades. Yo me he comportado. —¿Te has comportado? Elif frunció el ceño y quiso lanzarse sobre él. —Te he mantenido con vida todo este tiempo. Odiaba que se viera tan tranquilo. —¿Quieres que lo agradezca? —Es lo mínimo que podrías hacer. Ahora ponte un vestido y baja cenar. —No. No quiero. —¿Qué pretextos quieres que dé? ¿Qué te duele la cabeza? ¡No, ya sé! Como te molesta tanto que hablen de nuestras intimidades tal vez debamos decir que nos ocupamos juntos toda la tarde y mandarles disculpas con las sirvientas—bromeó ganándose la mirada encendida de su esposa quien apretó los puños. Se estaba burlando de ella—. Podría funcionar, de no ser porque me muero de hambre y no me prestaría a tus juegos baratos, Aksoy. Le miró divertido y esa diversión aumentó cuando vio su odio. Tenía un temperamento complicado. Odiaba verlo mirarla burlón. Tenía que borrarle esa sonrisa y que no volviera a mofarse de ella. Había dado con un buen punto y tal vez, una excelente idea que podría funcionar. Se acercó a la puerta y Ruzgar, pensando que huía la continuó molestando. —Exacto, Aksoy, cierra la puerta cuando salgas. Elif tomó el pomo, pero en vez de salir le colocó seguro. El Raki la estaba encendiendo. Regresó hasta él y apoyada de la falta de pudor provocada por el alcohol hizo que Ruzgar olvidara las palabras cuando la vio sacarse el vestido de satín del cuerpo. Los ojos del hombre bajaron desde su rostro hasta sus pechos. No iba a negarlo. Eran muy bonitos y tersos. Arslan se quedó rígido en la cama cuando los ojos llenos de tensión de Elif, hicieron contacto visual con él. ¿Qué…estaba haciendo? Buscando asustarla, se puso de pie. —No provoques cosas que no podrás mantener, Aksoy. La rodeó rozando ligeramente sus hombros desnudos. Un escalofrió recorrió el cuerpo de la mujer, pero lo ocultó bien. Decidido a divertirse con ella, se inclinó sobre su hombro desde atrás y recorrió con su nariz su cuello, esperando que como buena chica saliera corriendo, pero eso no pasó, en cambio arqueó ligeramente su cuello para darle acceso y deseoso de probar hasta cuando estaría dispuesta a tolerar, depositó un beso en esa zona y la abrazó subiendo su mano desde su abdomen, marcando como base la línea de sus bragas de encaje, hasta sus pechos desnudos. Elif bajó la mirada y admiró sus manos, tan grandes, que podía cubrir sus pechos con una sencilla caricia. La sensación de tenerlo allí, a sus espaldas fue intensa, tan intensa que su respiración lo dejó ver con una ligera aceleración que fue acompañada de un trago de saliva. Mierda. Eso era inesperado. El apretó sutilmente uno de sus pechos y creyendo que esa acción era suficiente, la hizo girar para quedar frente a él. Su dedo índice rozó su labio inferior y le lanzó una advertencia, mientras se acercaba más y más con su boca usando su propio dedo como límite. —Ninguna mujer que se desnuda delante de un hombre con todo el objetivo de provocarlo, en una habitación a solas, puede salir ilesa, Elif ¿Vas a mirarme a los ojos y a decirme que vas a intentar seguir el camino que te conviene? —preguntó extasiado de ver las pupilas de la chica dilatarse, posiblemente por miedo, o eso pensó. Hasta el momento, nunca, ni siquiera por una vez, intentó un acercamiento y ahora sus labios estaban tan cerca, que, con solo un ligero movimiento, pudieron rozarse. —Podría hacerlo—retó sin miedo viéndolo a los ojos. —Cariño—respondió ocultando su diversión—, pruébalo. —¿Piensas que no puedo? Eso la incitó más. —Creo que tú… Ruzgar no pudo terminar porque Elif le sujetó la mano para hacerlo bajar ese dedo índice que mantenía separando sus labios y se acercó tanto que pudo sentir la suavidad de su boca. Eso le hizo tragar saliva. Nunca los había visto con atención, pero ahora que lo hacía, vaya que eran carnosos. Sintió el deseo llamándole a besarla, primero porque quería hacerlo y segundo, porque ansiaba verla retroceder. Decidido, la tomó por su cintura desnuda y la pegó a su boca con agresividad. No le gustaba quedarse con las ganas y si esos labios eran suaves, pensaba averiguarlo con un beso. Cuando hicieron contacto, fue tal y como pensó al verlos. Carnosos y atrayentes. Esperó paciente los reclamos, porque casi pudo imaginarla enardecida y dándole una bofetada. Así era Elif. Posiblemente gritaría que lo odiaba después, pero eso era natural en ella, sin embargo, luego de unos segundos, lo único que sintió fue unas manos detrás de la nuca y la boca de la mujer darle acceso a un beso más profundo. Mierda. Sintió su lengua y en vez de detenerlo, profundizó. Tenía labios suaves y dulces. Sabían ligeramente a Raki y eso le fascinó más. Elif apretó la tela de su camisa con fuerza. Emociones negativas tal vez, pensó él, pero segundos después, sintió que le aflojaba el primer botón, en medio del beso y después el segundo. Cuando desabrochó el tercero, con su boca aun sobre la suya, fue inevitable saber que no habría vuelta atrás. ¿Qué demonios estaba planeando?
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