ANKARA, TURQUÍA. A momentos desesperados, medidas aun más desesperadas. Elif no había parado de observar a los hombres que caminaban a las afueras de la habitación. Para el mundo podía ser una testigo, pero para ellos en realidad, era una criminal en toda la extensión de la palabra y no se sentía ofendida por el término. Durante muchos años vivió, comió, disfrutó y vistió con dinero manchado de sangre y jamás se arrepintió o echó en cara de alguien la manera en cómo se obtenía el dinero de la lujosa vida que llevaba. Siempre amó ser quien era y así hubiera logrado su sueño de ser independiente, una mujer que vivía que un departamento en Londres, cumpliendo las metas de adolescencia, nada se habría nada, sin el privilegio del siempre deseado dinero. Darse cuenta fue su realidad y no era

