Como si esos animales la sintieran, algunos comenzaron a mover su cascabel, mientras otros emitieron siseos de advertencia ante la llegada de la intrusa. Elif sintió que iba a desmayarse cuando sus ojos recorrieron todo ese lugar con asombro. Del lado derecho y central, había enormes serpentarios entre la piedra, como pequeñas cuevas cuya puerta era un cristal con diminutos agujeros, pero que dentro, tenía un palacio para ellas, desde pequeños lagos artificiales, hasta plantas y flores de todo tamaño, junto con troncos y maleza. De lado derecho, había una colección abismal de pequeñas secciones que almacenaban a las más pequeñas y que comenzaron a mostrarse con sus vibrantes colores. No sabía cuantas había en realidad, pero eran más de cincuenta. Cuando dio un par de pasos más, entendió

