ESTAMBUL, TURQUIA. Sentía que no podía respirar. Sus manos se aferraban a la pared mientras luchaba por no dañar sus nudillos. Sus ojos, hinchados por el llanto, le recordaban las noches enteras que pasó llorando sin parar porque deseaba regresar el tiempo. Quería estar en casa, con Esmirna, con sus padres, lo deseaba con todo el corazón. Quería probar la comida de su madre y las charlas con su padre. Deseaba bromear con Erkan sobre el pasado y el futuro, pero, sobre todo, quería dejar de sentirse tan sola. Observó el plato de comida sobre la mesita. No tenía hambre. Sentía que, si lo probaba siquiera, todas sus entrañas terminarían lanzando afuera lo poco que había comido. Las noches eran cortas, los días sumamente largos y su corazón estaba sumido en un intenso vacío del que no dese

