ESTAMBUL, TURQUIA. CUATRO AÑOS ATRÁS. —¿Cuándo han visto ratas metidas en un nido de serpientes? Aysu se quedó en silencio, con la barbilla altiva, sabiendo que, si bajaba la mirada o mostraba alguna pizca de duda, los ojos del Güven irían tras ella. No podía quebrarse, aunque por dentro estuviera temblando. Llevaba muchos años en esa casa y conocía las reglas como nadie, además, se encargaba de que las demás mujeres también lo supieran porque añoraba que pudieran conservar su trabajo. El señor acababa de volver de Esmirna y tenía sobre sus hombros a Namrud quien parecía alterada, siguiendo de manera muy directa, el comportamiento de su amo, quien, aunque mostraba unos ojos curiosos y calmados, caminaba de un lado a otro con una expresión difusa pero analítica. —Yo… —¡Aysu! —reprend

