ESTAMBUL, TURQUIA.
—Solo un poco más…
Elif se colocó de puntillas mientras intentaba lanzar una de las latas al fondo de la alacena. Con un simple movimiento de dedos, terminó por recibir la ayuda de Ruzgar a sus espaldas, lo que la hizo volver a su posición original y continuar con las demás bolsas. Parecía que la estaba juzgando. Robó algunas uvas que recientemente había limpiado y se afirmó sobre la pared mientras veía a su esposa hacer deberes domésticos.
El pensamiento lo hizo reír.
En su vida pensó tener que ver algo así. Su esposa no tendría esa necesidad, pero Elif al parecer, buscaba hacer las cosas por gusto. Había limpiado la nevera y parecía saber muy bien donde colocar cada cosa. Era toda una caja de sorpresas.
—¿Podría ser que en tu casa eras cenicienta, Aksoy?
—Era
