ESTAMBUL, TURQUIA. —Por una mierda. —No es tan grave—aseguró Ruzgar quien tenía los primeros botones inferiores de la camisa desabrochados para poder mostrar a Kerem la herida que con el paso de los días se fue cerrando poco a poco y ahora apenas era visible en el exterior, sin embargo, aun era molesta en algunas ocasiones. Kerem chasqueó la lengua. —Al menos no fue una expansiva. —¿Has venido a eso? —No respondías mis llamadas. Te dije que vendría antes pero insististe en mantener la situación a raya y a todo el mundo lejos. —Si venías, el Meclis sabría que algo andaba mal. Esos ancianos ponen sus ojos en todo y tengo experiencia manejando sus rumores. Cualquier cosa, hasta la que pueda parecer más insignificante, es convertida en un rumor con peso—explicó mientras abrochaba lo

