Estaba siendo un hombre de pocas palabras, pero porque estaba ocupado, como un león en frenesí. No la dejó ni siquiera pensar, bruscamente la hizo subir una de sus piernas sobre su hombro y de lleno, llevó su boca a su entrepierna. Allah. Elif cubrió sus labios cuando sintió que le estaban traicionando. Solo podía escuchar el sonido de su respiración, los jadeos que brotaban de sus labios entreabiertos y el latir de su corazón, pero la satisfacción provocada por esas atenciones estaba pasando desapercibida para ella que, con toda libertad, la exponía a través de gemidos (hasta que), por supuesto, se percató de ello. La tela se mantenía enrollada sobre sus pechos, pues cuando bajó, fue subida hasta ese punto con ayuda de sus manos que evitaban entorpecer su labor. Ruzgar estaba respiran

