Cuando la gaza pasó por la herida, Elif se quejó. Ardía mucho. —No ha sido nada grave. Dejará de sangrar en un momento—afirmó la gaza a la herida y apretó un poco. Al levantar la mirada, notó que su esposa le observaba fijamente al rostro. —¿Te han mordido alguna vez? —¿Mis serpientes? —Elif asintió—. Un par de veces. —¿Tienes muchas? —Varias. Me gustan mucho. —No sé cómo pueden gustarte esos animales—comentó sintiendo que los vellos de la nuca se le erizaban al recordar a Namrud con esa cabeza en forma de diamante, ojos asesinos, lengua viperina y cuernos. Era simplemente aterradora. —Son peligrosos, nada amables y feos. —Yo no creo que sean feos. Son hermosos y agradables. —Su veneno no es agradable, que muerdan tampoco. Tomó un poco de aire y tragó saliva al ver que R

