BELGRADO, ESTAMBUL Mi-er-da. Pum…Pum…Pum… El corazón le bombeaba con fuerza, muchas veces, a un solo compas. El cuerpo, sudaba, creando suaves perlas brillantes que recorrían sus pechos y terminaban fundidas con las sábanas. Sus rodillas estaban sobre la cama, su mejilla afirmada sobre el colchón y las suaves sabanas mientras la mano de Ruzgar se mantenía en su espalda baja siguiendo un ritmo excitante entre cada embestida. Mordía su labio para no quejarse y dar de que hablar por la mañana, pero… ¡Diablos! Estaba segura de que podía escucharse el sonido de su enorme cuerpo chocando con el suyo. Embistió con fuerza y ella enterró el rostro de manera agresiva entre la suave cama. Allah. Allah. Allah. Tres veces lo repitió, porque por dentro estaba temblando. Nuevamente, llegó la

