(…) ESTAMBUL, TURQUIA. Solo tenía que tomarlo con calma. No iba a ser tan complicado, solo una aguja entraría en su vena, llevarían la prueba al laboratorio y le dirían si sus sospechas de embarazo eran correctas o si solo era una muestra de su cuerpo por advertirle que últimamente estaba demasiado estresada. La cacería terminó con un jabalí muerto, doscientos millones al aire (o más bien su bolsa) y por supuesto, la cabeza de un jabalí que decoraría su pared en unas semanas en cuanto estuviera lista. Terminaron por abandonar Belgrado dos días después y regresando a la siempre viva Estambul. Ruzgar estaba demasiado ocupado en sus asuntos y al parecer, la reunión próxima que se llevaría a cabo con los iraníes le ponía en el ojo y requería tener unos asuntos solucionados antes de trae

