Debían tener cuidado. La serpiente ya no era constrictora, si no también venenosa y encontrarse con su cabeza, podía ser una decisión mortal sin retorno. MERSIN, TURQUIA. —¡Fue un error! Aygul Celik cerró sus ojos cuando vio la barra de acero acercarse peligrosamente a la mano de Hüseyin Usta, quien se mantenía con las palmas en el suelo en señal de súplica después de que la balacera se detuviera. El soberbio hombre estaba haciendo lo posible por no llorar, pues detrás, en la misma posición tenía a sus hombres, hombres que le costaron la victoria. ¿Cómo diablos pudieron empezar con la esposa del Güven adentro? Si no hubieran tomado ese camino, ahora tendría la cabeza de Hasan Karaca sujeta en su mano. El enorme tubo estaba al rojo vivo cuando impactó los dedos de Usta quien además de

