— ¡Ey, niño!
Ji Hoo alzó la mirada, al frente se encontró con un pelinegro, uno que reconocía perfectamente, mirándole con una mezcla de curiosidad y pesar. Su corazón se mezcló con el dolor y la alegría, las lágrimas que luchaba por guardan escaparon por sus mejillas.
— ¿Por qué lloras?
Negó suavemente, no quería que el chico que le gustaba presenciara ese espectáculo tan lamentable que era ahora. Escondió su rostro entre las rodillas queriendo evadirlo, no tenía ánimos de hablar. Sólo quería vaciar lo miserable que era su vida, se sentía tan pequeño e inútil. Siempre que se hallaba así imaginaba una mejor vida, lo que haría cuando fuera mayor para proteger a las dos mujeres que más amaba.
Su madre había enfermado y Jung-Suh llegaba a veces llorando de la academia maldiciendo el hec
