Me he duchado y, aunque mi cuerpo aún guarda la calidez del agua, mi mente está llena de pensamientos agitados. Ahora me pondré el vestido, en cualquier momento ella llegará, y Lucas quiere que la reciba. Mi corazón late con fuerza mientras trato de calmar mis nervios. Sé que debo estar perfecta, pero, al mismo tiempo, una sensación de incertidumbre me consume. Me puse un lindo vestido. Es largo, de seda ligera, y cae con suavidad hasta mis tobillos, como si cada paso que diera fuera un movimiento danzón. El azul del vestido es profundo, casi como el mar en su hora más oscura, y se ajusta perfectamente a mi figura, resaltando la curva de mi cintura sin ser demasiado ajustado. Los delicados bordados plateados en el dobladillo brillan tenuemente bajo la luz, como si estuvieran en constante

