Estaba en mi cuarto, el silencio pesado envolvía todo el castillo. Los lobos, aquellos licántropos que habían llegado al castillo hace poco, ya se habían ido, dejando tras de sí un vacío extraño. El eco de sus presencias, su agitada energía, parecía haberse desvanecido en el aire. Extrañaba el aroma de Karen, su perfume delicado que siempre estaba presente y que, de alguna forma, me traía algo de calma. Me levanté de la cama, impulsado por una necesidad inexplicable, como si un sentimiento lejano me estuviera llamando. Caminé por el pasillo de mármol, mis pasos resonando en el vacío mientras me dirigía hacia la cocina. Ese lugar siempre estaba lleno de ella, de su esencia, de su tranquilidad... pero ahora todo estaba desolado. No había rastro de su presencia, y el silencio se volvía ca

