Hace dos semanas que se fueron del castillo. Aún no puedo creer lo mucho que la echo de menos. Cada rincón de esa vasta propiedad parece vacío sin ella, como si la misma piedra que la construyó estuviera lamentando su ausencia. El castillo, que alguna vez fue un refugio de gritos, risas y planes entre ellos tres, ahora se siente como una gigantesca sombra de lo que fue. Las paredes de piedra, cubiertas por siglos de historia y la hiedra que se entrelazaba como una capa natural, guardaban secretos, pero ahora solo susurran su nombre, como si las mismas piedras clamaran por ella, como si cada rincón de este lugar exigiera por ella. A veces, cuando me quedo mirando el paisaje desde las altas torres, siento que la niebla se lleva sus recuerdos, pero siempre está ahí, en el aire, en las g

