Estaba en mi cuarto, abrazada entre las sábanas, cuando el sonido de golpes empezó a retumbar por toda la casa, sacudiendo el aire y mi tranquilidad. Me levanté rápidamente, el corazón acelerado. Los ruidos se oían cada vez más cercanos, más intensos, como si alguien estuviera intentando abrir la puerta de Arturo a la fuerza. Me dirigí hacia el pasillo, confundida y tensa, tratando de entender qué estaba ocurriendo. El cuarto de Arturo estaba custodiado por los perros de Lucas, pero algo en su postura me hizo fruncir el ceño: algo no estaba bien. —¿Karen no ha regresado? —preguntó uno de los hombres mientras me veía, inquieto. Su voz estaba llena de temor, y el mal presentimiento comenzó a calarme los huesos. Sin pensarlo, corrí hacia afuera, buscando alguna pista, cualquier respuesta qu

