Charlas, tentaciones y más

2027 Words
La misma tarde Atlanta Aron Mi amigo me recordó porque estoy aceptando hacer semejante locura, pero tengo todo el derecho a saber en qué diablos me estoy metiendo, creo que cualquier persona en mi lugar lo haría, no aceptaría a la ciega todo lo que le pidan. Igual sigo impaciente esperando a Gabriela, contando los segundos como quién está a punto de firmar un pacto con el diablo, claro que en mi caso me estoy condenando a un matrimonio sin amor, me repite mi interior, hasta que su voz me saca de mis pensamientos, teniendo que levantar mi mirada, viéndola sin su uniforme de mesera, confirmando lo que ya sabía, es bellísima para mí mal, al punto de estar embobado. –Aron charlemos sobre nuestro asunto, ¿Qué dudas tienes? –repite mientras se acomoda en una de las sillas quedando frente a mí. –Gabriela mi amigo no me dio muchos detalles, solo que te interesaba casarte con alguien para obtener la residencia, a cambio pagarías una buena suma de dinero, la cuestión es que estoy dispuesto a hacerlo, pero necesito US$ 15.000 dólares lo antes posible, porque mi madre está enferma– comento perdido en sus ojos. –Aron creí que me costaría menos, pero no importa a estas alturas, pero primero que todo necesito aclararte que no es solo firmar un papel y se acabó el acuerdo, no funcionaría de esa manera, porque nosotros vamos de alguna forma a estafar al gobierno con nuestro matrimonio, como tal debemos aparentar ser una pareja real, conocernos bien, tener un par de citas, no tengo idea cuanto tiempo debamos hacerlo, tal vez varios meses– explica mientras sigo cada movimiento de sus labios, de sus manos, aunque intento no ser tan evidente. –Gabriela no tengo problema en fingir ser una pareja, incluso puedes mudarte a mi departamento para hacerlo más creíble nuestro matrimonio, el punto es que me entregues el dinero, y hare todo lo que pidas, ¿Te casas conmigo? ¿Quieres ser mi esposa? –propongo sujetando sus manos por encima de la mesa. Al día siguiente Gabriela Como toda mujer llegué a soñar con la ansiada pregunta, ¿Me harías el honor de ser mi esposa? ¿Te casas conmigo? Incluso en mi cabeza tenía la imagen de un ambiente romántico, como unas velas alrededor y música de fondo, además que mi futuro esposo me entregue una cajita de terciopelo con un anillo de diamantes en el interior, claro que todo quedo en mi imaginación, pero no logro entender lo que sucedió ayer, porque Aron me quemo con su mirada penetrante como si fuera real el deseo de casarse conmigo. Lo sé, tiene sus motivos, aunque sus ojos me gritaban otra cosa, hasta sentí un hormigueo que aumento al contacto de sus manos, no cambia que este es simple acuerdo, un contrato donde el corazón no entra, de lo contrario puedo quebrarme en mil pedazos, lo cierto es terminé aceptando ser su esposa y mudarme con él. En fin, estoy en el departamento de mi futuro esposo teniendo los nervios a flor de piel, porque para mí desdicha Aron estaba haciendo un poco de limpieza, como tal anda con el dorso descubierto viendo su abdomen trabajado y dándome una sonrisa coqueta que me paraliza por momentos, aunque estoy consciente que apenas comienza esta tortura, igual me ofrecí a preparar la cena como una forma de tranquilizarme, hasta parece ridícula la situación, pero ya acepte y no hay marcha atrás, ahora debemos dar el siguiente paso teniendo que conocernos, así rompo el silencio entre nosotros. –¡Aron! ¡Siéntate y cenemos! Además, necesitamos charlar para conocernos un poco, recuerda que debemos sustentar la mentira que estamos casados– expongo mientras muerdo mis labios mirando su torso descubierto. –Claro, charlemos, comencemos por tu nombre completo, el de tus padres, tu color favorito…–repite apartando la silla para sentarme, pero saco un papel de mi bolso poniéndole encima de la mesa y se queda desconcertado. –Aron para facilitar un poco las cosas escribí lo más importante que debías conocer de mi– replico mientras sirvo la cena. –María Gabriela Cepeda Ortiz, 28 años de edad, mexicana, hija única, color favorito azul, disfruta ver películas románticas clásicas…–repite en voz alta. –Gabriela esto me parece absurdo, da la impresión de que estuviera aprendiendo mis apuntes para dar un examen, mejor charlemos es más natural– reclama con un tono de frustración. –Aron no estás del todo equivocado, porque tendremos un examen ante las autoridades del gobierno y si fallamos podemos ir presos por engañar al país– argumento con firmeza. –Gabriela charlemos, cuéntame cualquier cosa que quieras, por ejemplo ¿Cómo llegaste a Atlanta? Y después te cuento algo de mí, sobre todo comencemos a conocernos como lo hacen las parejas que se atraen, porque es nuestra mejor solución– propone dándome una mirada intensa. Un momento más tarde Todavía me pregunto, ¿Por qué acepté esta locura? Pues siento que estoy perdiendo el control de la situación con las miradas intensas, las sonrisas coquetas de Aron, porque este hombre es guapísimo y es un pecado no poder hacer nada, por lo mismo es mejor actuar con sensatez, claro que ahora escape de él con la excusa de darme una ducha, pero aquí estoy sin saber cómo salir del baño, porque solo tengo envuelta la toalla en mi cuerpo. Sí lo sé, debí traer mi ropa para cambiarme, pero lo olvidé por culpa de sus palabras de doble sentido, y ahora estoy en un aprieto, podría quedarme esperando que se duerma, aunque no es la mejor opción, me toca arriesgarme, así abro muy despacio la puerta mirando a todos lados y decido dar unos cuantos pasos a la habitación, hasta que me quedo paralizada al verlo en ropa interior. ¡Diablos! Este hombre es un dios griego, con ese abdomen trabajado, esos brazos musculosos y ese culo, que harían a cualquier mujer pecar, sucumbir a la tentación, la verdad es una deliciosa tortura ver esa imagen, me repito hasta que se percata de mi presencia. –¡Gabriela! Lo siento, me tardé buscando mi ropa, pero estaba haciendo espacio para que acomodes tus cosas en los cajones de la cómoda– se disculpa dándome una mirada ardiente. –Gracias Aron por ayudarme con mis cosas– digo aclarando mi voz sin saber cómo seguir. –Te dejo sola para que te vistas– replica sin dejar de quemarme con su mirada y yo me hago a un lado dándole paso para que se retire. –Gracias, buenas noches, Aron– respondo soltando un suspiro de alivio. –Buenas noches, Gabriela, que descanses bien– escucho que repite. Enseguida agarro mi valija buscando mi ropa de dormir, sacándome la toalla, cuando Aron abre la puerta de repente teniendo que cubrir mi cuerpo como puedo sin dejar de sonrojarme. –¡Lo siento! Olvide agarrar la manta y la almohada– dice sin dejar de mirarme de pies a cabeza. –No te preocupes, agarra lo que necesites– logro repetir con mi rostro quemándome de la vergüenza. –Gabriela no puedo agarrar la manta si estás sentada sobre ella, ¿Me permites? –pronuncia dejando casi nulo el espacio entre nosotros, al punto de sentir su aliento en mi rostro y no saber ¿Cómo levantarme? Puesto que si lo hago me verá desnuda. Dos semanas después Aron Ha sido una proeza no sucumbir a mis impulsos, después de esa noche que ingrese a la habitación mirando semejante diosa solo envuelta en una toalla, pero después fue mucho peor, porque no podía evitar recorrer la perfecta silueta de Gabriela si estaba casi desnuda, y como un reflejo termine anulando el especio entre nosotros queriendo perderme en su piel, aunque me gano la sensatez y salí a las corridas como pude. Sin embargo, hoy es un día peculiar estoy uniendo mi vida con Gabriela ante la ley, escuchando al juez oficializar la ceremonia como tal tenemos nuestras manos entrelazadas, pero es imposible no mirar lo hermosa que luce con el vestido color champagne que trae puesto, y vuelve la duda de los últimos días, ¿Puedo dejarla libre? ¿Puedo terminar este contrato? ¡No lo creo! Porque ella me interesa, me tiene confundido, y necesito descubrir si podemos llegar a tener una relación real, aunque no es tan sencillo, porque primero necesito saber si le atraigo, o solo soy el sujeto al que pago para ayudarla, por ahora dennos un paso a la vez, me repite mi interior cuando el juez me saca de mi burbuja con su voz. –Bajo las leyes del estado de Atlanta oficialmente los declaro señor y señora Pierce, ¡Felicidades! ¡Pueden besarse! –sentencia el juez con una amplia sonrisa. Me giro un poco soltando la mano de mi esposa, para sujetar su rostro entre mis manos quedándome un segundo prendido de sus ojos, ella da una pequeña sonrisa y es mi señal para unir mis labios con los suyos. Es un beso suave, lento, que desencadena una revolución en mi cuerpo, pero no me conformo mi lengua inquieta se une con la suya enloqueciéndome, sus labios se han convertido en una dulce adicción que no quiero abandonar, aunque contra mi voluntad me detengo y no tengo idea como seguir, me quedo hechizado en sus ojos, hasta que somos interrumpidos por la voz del juez. Una hora después Vuelvo a mirarla mientras charlamos del paso que dimos, se remueve en el sillón sin dejar de hablar, pero en mi cabeza sigue dando vuelta esa idea, ¿Le soy indiferente? ¿Tendrá dueño su corazón? Pero lo supe desde el primer día que sería imposible no rendirme ante una mujer como ella, ¿Qué se hace en mi caso? ¿Conquistarla? ¿No complicarme la vida? ¿Luchar? –¡Aron! Tengo rato hablándote, pero siento que no me prestas atención, por favor estoy hablándote de un tema importante– dice devolviéndome a la realidad. –Lo siento Gabriela, tenía la cabeza en otro lado, pensando en las citas que nos debemos, hay que cambiarlo pronto, antes de la entrevista con la gente del gobierno, ¿Qué te parece si comenzamos? ¡¿Mañana?! –declaro improvisando y ella me da una sonrisa afable. –De acuerdo Aron, mañana podemos hacerlo, tipo 20:00 p.m., me recoges en mi departamento, pero te advierto que mi esposo es un poco celoso– rebate entre risas nerviosas. –Señora Pierce le aseguro que no me importará pelearme con el idiota de su esposo con tal de tenerla entre mis brazos. Vamos a bailar para demostrarle a ese hombre que es un imbécil por dejarte sola– propongo divertido incorporándome para extenderle mi mano y ella se muerde los labios mirándome pensativa. –Bailemos, así aprovecho para obligarte a escucharme. Como te decía, después de la entrevista, seguro tendremos la visita de los agentes del gobierno y si todo sale bien tal vez podamos divorciarnos enseguida, incluso hable con Lucía para preparar los papeles con un conocido suyo, ¿Qué opinas? –comenta y me quedo desconcertado por sus palabras. –¡Diablos! Apenas tenemos unas horas de casados y ya quieres divorciarte de mí, por favor dame una oportunidad para demostrarte que no soy tan mal esposo– reacciono dándole una sonrisa forzada y ella me mira sorprendida. –Paremos el baile, porque estoy cansada, hablamos después– rebate soltándose de mi agarre, pero alcanzo a sujetarla con suavidad por el brazo. –¡No Gabriela! Hablemos– replico pegándola a mí, sintiendo su mirada intensa. No aguanto más tanta tentación, y pierdo la cordura, busco su boca en un beso que quema como el fuego, nuestras lenguas se unen de tal manera que no basta para aplacar el tsunami de emociones, más bien aumentan la temperatura y la guio hasta el sillón colocándome sobre ella, hasta que me detiene colocando su mano en mi pecho. –¿Por qué cambias las reglas? ¿Qué buscas Aron? ¡¿Sexo?! –cuestiona con su respiración agitada.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD