La misma tarde
Atlanta
Gabriela
Esa primera noche fue el comienzo de una tortura constante, porque convivir con Aron ha sido difícil, no porque sea un desastre, para ser hombre es bastante ordenado, pulcro, además me parece un maniático de la limpieza, lo miro reflejado en sus cosas, incluso tiene su ropa clasificada por colores. El punto es lo inquietante en su forma de mirarme, de hablarme con frases de doble sentido, en su lenguaje corporal, y por momentos me tiene confundida, igual he mantenido las distancias dentro de lo posible para no sucumbir a la tentación de dejarme arrastrar por el deseo. Ante todo, si estamos casados por más que sea un contrato, no quiero arruinar las cosas acostándonos y después vengan los arrepentimientos, los reclamos, y estar en una situación incómoda hasta que podamos ser libres, la verdad no podríamos continuar manteniendo la mentira con tanta tensión.
Sin embargo, también vienen otras interrogantes buscándole lógica a su actitud, ¿Quiere más que sexo? ¿Quiere una relación? Además, debo agregar el beso que nos dimos delante del juez, no fue frío, ni apagado, todo lo contrario, causó un tsunami erizando mi piel, como si una corriente eléctrica me recorriera por el cuerpo, para colmo su mirada profunda me asustó, me descolocó, y aquí estoy buscando las respuestas que quiere mi cabeza, aunque mí yo más profundo lo sabe, no quiere reconocerlo, como tal por un segundo me dejé arrastrar cuando sentí de nuevo sus labios sobre los míos. No obstante, apareció la sensatez para detenerme a pesar de este momento de locura, quedándome prendida en sus ojos para descifrar lo que oculta, y me atreví a ser directa para conocer lo que busca, pero estoy en una eterna agonía hasta que su voz rompe el silencio.
–Gabriela lamento si me deje llevar por el beso, pero me respondiste, me diste las señales equivocadas, sobre todo fue inevitable cambiar las reglas, ¿Pero...? –declara con una mirada coqueta quedándose sin palabras mientras se despega de mí.
–Aron, si lo repites por el beso que nos dimos delante del juez, teníamos que fingir para mantener la fachada, ¡No son señales equivocadas! Igual no contesta mis preguntas, ¿Quieres una noche de sexo? O ¿Algo más profundo? –rebato con un tono irritado, en tanto me acomodo en el sillón quedándonos frente a frente y me sigue descolocando su mirada profunda.
–Gaby, seamos sinceros, las mujeres cuando conocen a un chico, ¿Qué es lo primero que piensan? –cuestiona y encojo mis hombros.
–No lo sé, no tengo la respuesta, porque todas las mujeres pensamos diferente– respondo y niega con la cabeza.
–Claro que lo sabes, incluso te has hecho esta pregunta, ¡¿Esté hombre será mi futuro esposo?! En cambio, los hombres somos más básicos, buscamos sexo, y quizás la posibilidad de una relación, por una simple razón, nos cuesta soltarnos en la primera cita, entonces necesitamos ir un paso a la vez para descubrir si puede haber algo más– argumenta con una sonrisa traviesa que me perturba y me dan ganas de matarlo por su comentario.
No hay duda lo inteligente que es este hombre, porque ha sabido esquivar mis preguntas con astucia, pero no me sirven sus argumentos, más bien necesito certezas para saber que terreno estoy pisando, ante todo la tensión s****l se acrecienta cada minuto a su lado.
–Aron me diste un argumento general de los hombres, no de ti. Asumo que me tocará conocerte mucho más para descifrarte, o ¿Puedes ser franco? Hablarme sin rodeos, al fin de cuentas somos esposos– replico jugando mis fichas sin abandonar sus ojos verdes.
–¡Auch…! Eres bastante directa, asustarías a cualquier hombre que se te acerque, menos mal que no tengo ese problema, porque eres mi esposa– comenta divertido y le doy una sonrisa afable.
–Gabriela lo tendrás que descubrir en nuestras citas, ¿Sí? –murmura dándome una mirada confusa y muerdo mis labios sin dejar de pensar.
Como me gusta jugar con el peligro, pues estoy en el borde del precipicio sintiendo como quemo cada segundo, aunque creo que debe ser peor esta sensación de indecisión de arrojarme al vacío sin saber si me quebraré en mil pedazos, igual ya estoy embarcada en este tren y me tocará sobrellevar la situación con cabeza fría, casi imposible, porque este hombre me sigue tentando con sus miradas seductoras.
Al día siguiente
Aron
Ayer pude haberle confesado a Gabriela mi interés por ella, aunque no es una opción dejarle la puerta abierta a confusiones, porque puede tener la duda que quiero sexo como parte del contrato, entonces me toco improvisar para asegurar las citas que necesito para conquistarla, pues cada momento me convenzo que no quiero dejarla libre, más bien estar a su lado, tal vez me esté complicando la vida, pero es tarde para pensar, tengo enredado mi corazón y quiero descubrir lo que me grita mi ser entero, ¿Qué siente por mí? ¿Me estoy enamorando de mi esposa?
Sin embargo, hoy deje temprano el departamento para organizar la mercadería nueva que llego a la ferretería, sabiendo que me tardo ubicando y chequeando cada cosa de los estantes, menos mal que termine en horario, pues no quiero tener esperando a Gabriela para nuestra cita, incluso estuve preguntándome, ¿Dónde llevarla? Debe ser un lugar diferente, sin ser costoso y que deje claro mi interés por ella, o podría dejar que escoja el restaurante, me tocará resolverlo sobre la marcha. Por ahora termino de cerrar el local, enciendo la alarma, tiro la cortina metálica, coloco los candados, hasta que escucho aclarar una voz detrás de mi espalda, teniendo que mirar sobre mi hombro.
–Aron me da la impresión de que estás de apuro, ¿Por qué será? ¡Me olvidé! Tienes esposa, y seguro te tiene controlado– escucho burlarse a mi amigo.
–Hola Travis, búrlate lo que quieras, pero gracias a tu ayuda estoy casado, igual no me siento encerrado por Gabriela, más bien es bueno saber que me espera para cenar…–comento girándome, y miro su rostro desencajado.
–¡Cuidado Aron! Estás cayendo en las redes de tu esposa y lo mejor es cambiar las cosas para evitar que te enamores de ella, incluso conozco un buen remedio para lo que tienes– sentencia con un tono de misterio y frunzo el ceño.
–No lo dudo Travis, debe ser otra gran idea, diría que mucho peor que la anterior. ¡Suéltalo! –replico con un tono de malestar y me da una sonrisa maliciosa.
–Amigo lo que tú tienes es falta de sexo, por esa razón la única solución es que te acuestes con alguna mujer, y yo te puedo ayudar a volver a tu normalidad– dice cruzando sus brazos y le doy una sonrisa burlona.
–¡Ah…! Travis tu propuesta tiene dos inconvenientes. Uno, estoy casado con Gabriela por un acuerdo para que consiga su residencia, como tal no puedo involucrarme con otra mujer porque la perjudicaría. Dos, no me interesa hacerlo y mejor es que no me sigas entreteniendo, porque tengo un compromiso con mi esposa– refuto con firmeza y miro su rostro comprimido.
–¡Carajos Aron! No seas imbécil, te estás complicando la vida. Hazme caso y te ayudo. Vamos a mi departamento para que nadie se entere y llamo a mi amiga, es una profesional, ante todo te aseguro que te harás su cliente, ¿Aceptas? –propone dejándome pensativo.