Capítulo 55. Recuerdos que nunca se olvidan Mientras tanto, en la majestuosa residencia de los Lombardi, Amador Lombardi se paseaba por su estudio con el ceño fruncido, esperando noticias de su hijo. Se detuvo frente a su escritorio y presionó un botón en el teléfono. -- Comuníquenme con Adriano, ahora – Minutos después, la voz de su hijo resonó al otro lado de la línea. -- ¿Sí, papá? – -- ¡Sí papá! Llevas dos días con el encargo que te pedí. Si no eras capaz de hacerlo, entonces me dices y se lo pido a cualquiera de tus hermanos Adriano – le dice molesto. Adriano dudó por un instante, había estado evitando encontrarse con su padre, sabía muy bien que lo que estaba a punto de decir lo cambiaría todo. Pero sabía también que tarde o temprano todos lo sabrían, y lo mejor sería convencer

