Capítulo 4. ¡La propuesta!
Vicenzo de repente la jalo hacia él, mirándola con una intensidad que la tomó por sorpresa.
-- Lamento que tuvieras que lidiar con Casandra – le dijo apenado,
-- No te preocupes. Creo que puedo manejar a personas como ella – le respondió Maia, intentando sonar segura de sí misma.
Vicenzo dejó escapar una pequeña risa.
-- No tengo ninguna duda de eso – le respondió al ver la manera como había reaccionado al ataque de Casandra, en el pasado más de una salía corriendo despavorida una vez que Casandra se presentaba ante ellas.
La noche continuó sin más incidentes, aunque Maia no podía sacarse de la cabeza el encuentro con Casandra. Llegando a preguntarse ¿Qué tan cerca había estado esa mujer de convertirse en la esposa de Vicenzo? ¿Y qué pensaría Vicenzo si supiera que ella, Maia, era la esposa que nunca había querido conocer?
La gala se extendió demasiado, Maia sin querer bebió más de la cuenta obligando a Vicenzo a llevarla personalmente de regreso a su hogar, pero Maia no quería que sus amigas supieran con quien había aceptado salir, lo último que quería era ser interrogada por Sara o Juliana así que lo intentó convencer de llevarla al hotel.
-- Las habitaciones para estudiantes en la universidad ya cerraron a esta hora – le dijo arrastrando las palabras, Maia intentaba parecer normal pero las copas de vino que había bebido le comenzaban a pasar factura.
A Vicenzo le parecía demasiado sexi verla así, le desagrada demasiado cuando las mujeres bebían de más, pero en este caso en particular se sentía fascinado.
Mientras regresaban al hotel en el auto de Vicenzo, el silencio entre ellos se fue haciendo cómodo, incluso podría decirse que hasta íntimo. Maia miró por la ventana, tratando de observar las luces de la ciudad, las que pasaban bailando rápidamente ante ella. Sabía que este juego no podía durar para siempre y que eventualmente, tendría que enfrentarse a la verdad, pero iba a aprovecharse de su esposo mientras pudiera.
-- Maia – susurro Vicenzo de repente, rompiendo el silencio íntimo entre ellos dos.
-- Hay algo que quiero preguntarte –
Ella giró la cabeza para mirarlo, su corazón comenzó a latir con fuerza.
-- ¿Sí? – respondió tragando saliva.
-- ¿Te gustaría quedarte conmigo esta noche? – Maia abrió la boca para responder, pero no sabía qué decir.
Su propio esposo le estaba pidiendo que se quedara con ella, en ese momento sus sentimientos estaban confundidos. Quería salir corriendo, pero también quería quedarse ahí, necesitaba saber hasta donde estaba dispuesto a llegar él, que tanto respetaba su matrimonio y lo más importante, cuanto había respetado la promesa que el hizo a su madre.
Maia no respondió. Sólo podía pensar en lo irónico que era lo que estaba ocurriendo entre ellos, pero él no tenia idea de sus pensamientos, solo esperaba una respuesta afirmativa para su pregunta.
Cuando el auto se detuvo frente al hotel, Vicenzo salió primero, rodeo su auto y le ofreció su mano para ayudarla a bajar, esperando que ella haya pensado en su propuesta.
-- Gracias por acompañarme esta noche Maia y sobre mi pregunta – él iba a decirle que no había problema, que podía esperar un poco más. Pero Maia lo interrumpió, había tomado una decisión.
-- Gracias por invitarme. Y sobre tu pregunta… está bien. Me encantaría quedarme contigo – antes de que pudiera arrepentirse ya había aceptado la propuesta de Vicenzo. Él mostraba una sonrisa que parecía completamente sincera, la tomó de la mano y camino a su lado.
Mientras se dirigía hacia el ascensor, Vicenzo supo que estaba jugando un juego peligroso con la joven. Pero por ahora, mientras la llevaba de la mano decidió que valía la pena el riesgo.
El eco de sus pasos resonaba en el largo pasillo mientras Vicenzo y Maia caminaban hacia la suite en el hotel. Había algo inquietante en ella, una mezcla de misterio y vulnerabilidad que lo fascinaba y al mismo tiempo lo desafiaba. Desde que la había conocido, no podía dejar de preguntarse quién era realmente esa mujer que parecía esconderse detrás de una máscara de fortaleza.
Al ingresar en la habitación Maia se dirige al baño,
-- Ya vuelvo – le dijo parpadeando, mientras caminaba hacia en baño en zigzag.
Vicenzo se sirvió un poco de whisky en un vaso, se sacó el saco, y aflojo su corbata sin dejar de mirar la puerta por donde Maia había desaparecido. Las palabras de Casandra resonaban en su mente, aunque él se negaba a darles peso.
-- "La última distracción de Vicenzo" –
Casandra siempre había sido incisiva, pero esta vez sus palabras lo habían tocado más de lo que quería admitir. ¿Era Maia solo una distracción? ¿Un intento de escapar del destino en el que se había visto envuelto? Por más que lo negara, sentía que Maia era mucho más que eso.
Ella lo desafiaba, lo intrigaba... y lo hacía desear cosas que no había deseado antes.
Maia en el baño de la suite se deshizo de los zapatos y del vestido que la estaban molestando, mirándose en el espejo sintió que su corazón se aceleraba, la noche había sido todo un torbellino para ella, y al aceptar la propuesta de su esposo sabía que se volvería peor, sobre todo porque recordaba la confrontación con Casandra y las palabras que le dijo.
Cuando la puerta se abrió, Maia salió como una mujer fatal. Vestida con un diminuto negligé que había llevado debajo del vestido, los sentidos de Vicenzo al verla salir se activaron por completo, su mirada se posó en los increíbles senos que se movían frente a él.
Vicenzo había decidido dejarla tranquila esa noche, pensó que había sido demasiado directo con ella, pero al verla asi, no pudo detenerse, no quiso hacerlo…
-- ¡Eres hermosa! – exclamó dejando su vaso vacío sobre la mesita bar, camino los pasos que los separaban y tomo la mano de Maia para jalarla hacia él.
-- ¡Hueles de maravilla! – susurro cerca de su oído, la piel de Maia se volvió chinita al sentir su aliento, para ella esta noche sería algo asi como su luna de miel, como la primera noche de casada con su esposo, aun cuando él no supiera quien era ella.
-- Tu también hueles bien – susurró como respuesta Maia. Consiguiendo que el corazón del CEO se acelerara por estar cerca de ella.
Vicenzo bajo sus labios para besar cada parte de su cuerpo, mientras sus manos exploraban todo lo que estaba a su disposición. Él se detuvo en esos senos prominentes que lo habían estado volviendo loco, los tomo entre sus labios, saboreando su sabor.
Presiono sus pezones con los dientes, provocando una descarga eléctrica en el centro del cuerpo de su esposa, Maia lanzó un gemido de placer, todo lo que Vicenzo la hacía sentir era demasiado excitante, demasiado agradable y ella quería más.
-- Eres exquisita mujer – fueron las últimas palabras dichas por él antes de levantarla en sus brazos, Maia enredó sus piernas en el cuerpo de él, sintiendo como la fría pared se pegaba a su espalda.
Vicenzo introdujo una mano por debajo de su negligé, rompió sus bragas de un tirón para darse paso dentro de ella, Maia estaba tan húmeda que lo recibió llena de placer. Ella tenía sus brazos envueltos alrededor de su cuello, sus gemidos de placer llegaban como suaves oleadas de placer a sus oídos. Vicenzo estaba tan necesitado de placer que no esperó mucho más,
-- Te deseo tanto – murmuro antes de levantar su cuerpo con sus manos, quería colocarla lista para él, sus labios besaron los de Maia mientras se deshacía de sus pantalones, antes de estos cayeran al suelo introdujo su m*****o en ella.
-- ¡Auch! – susurró Maia al sentir la presión inicial, Vicenzo se detuvo un segundo, sosteniéndola de la cintura con sus enormes manos. No sabía lo que había pasado, pero ese sonido y la presión en su m*****o le decían que algo no estaba bien.
Para Maia el dolor inicial había pasado, ahora lo quería a él, y no iba a detenerse. Su cuerpo entero le pedía continuar…
Esa noche marido y mujer se amaron con desesperación, Vicenzo al enterarse de que esta era su primera vez se esforzó en hacer que fuese la mejor para ella, y Maia no pudo evitar sentir tanto deseo y pasión que se dejo llevar, llegando al clímax varias veces durante la noche.
A la mañana siguiente,
Maia fue la primera en despertar, estaba acostumbrada por sus clases en la universidad, sin embargo, al verse enredado entre los brazos de Vicenzo se sintió mal, no había sido su intención terminar asi, pero tampoco lo pudo evitar. Ella se dio cuenta que la atracción que sentía por Vicenzo iba más allá de cualquier raciocinio.
-- Debo estar loca – susurró, mientras salía de la cama. Lo hizo con un cuidado extremo, no quería despertar alhombre dormido junta a ella, necesitaba volver al departamento que compartía con sus amigas, no necesitaba que le hagan demasiadas preguntas, porque en ese momento no sabía que responder.
Maia vio sus bragas rotas tiradas a un lado de la cama, tomó su vestido y se lo coloco, cogió sus zapatos y en silencio salió de la suite.