Elena se coloca su delantal, el turno de hoy va a ser extremadamente largo en especial porque tenía que compensar la falta de dinero que había en esos momentos en su casa.
A pesar de que esté no era su trabajo soñado, era uno de los que podría ganar mejor sin ocupar una gran cantidad de tiempo descuidando la universidad.
Elena era consciente de que esto era lo que quería para su vida, pero los problemas económicos de su familia la mayor parte del tiempo la tenían completamente sofocada.
—Elena —dice otro de los meseros—. Debes llevar esta bebida a la mesa 7.
Ella voltea su rostro lentamente para ver quién estaba ubicado allí y rueda sus ojos de nuevo aquel sujeto petulante asqueroso y odioso que le hacía proposiciones indebidas había vuelto.
—¿No puedes llevarla tú? Tengo muchas mesas para atender y no quiero descuidar a nadie.
—Sabes muy bien que no tengo ningún problema en llevarlas. Pero ellos exigieron que tenías que ser tú o si no no pedía nada y sabes muy bien como es el jefe primero sus clientes antes que nosotros.
—No… te lo juro que lo que menos quiero es tener que verle de nuevo su horrenda cara.
—Solo aguanta un poco más estoy seguro de que él se rendirá de que no cedas ante sus caprichos y se buscará a otra. —Elena se ríe y luego respira con profundidad para llevar la bandeja a aquella mesa.
Desde la barra Cristopher analizaba cada movimiento de aquella chica, en este lugar no parecía ser la misma torpe e insolente que estaba en su salón de clase.
—Te noto muy distraído —Leo dice llamando la atención de su amigo—. ¿A quien observas de esa manera? No me digas que estás buscando una víctima para esta noche.
Christopher comienza a reír ante las ocurrencias de Leo y niega con su cabeza.
—¡Qué cosas dices! Claramente no estoy buscando a ninguna mujer para esta noche. Solo que ví a alguien muy conocido, solo es eso.
—Ay hermano, creo que deberías empezar a salir un poco más porque si sigues así te vas volviendo un poco loco. —Ambos hombres ríen, pero la mirada de Christopher vuelve de nuevo hacia Elena.
Mientras tanto, ella camina hasta la mesa, y deja la botella junto con las copas allí sin dirigir ni una sola palabra.
La sola presencia de ese sujeto le causa náuseas y escalofríos.
—¿Eso es todo? —dice aquel sujeto calvo—. Ni siquiera una mirada o un ofrecimiento de algo más.
Elena se cruza de brazos y lo mira con determinación.
—Sí eso es todo, no me apetece preguntarle si desea algo más porque por lo visto pido todo lo que va a utilizar en la noche. Si me disculpa debo continuar con mi trabajo.
—¿Por qué tan esquiva? Eres hermosa y tienes todo lo que un hombre puede desear, sabes qué significa eso —él habla y ella solo puede sentir asco por esa manera en la que la mira.
—No me interesa sacar provecho a mi belleza con alguien como usted, ahora le voy a exigir que me deje en paz, por qué no creo que quiera que las cosas se pongan densas.
—¿Que las cosas se pongan densas? Creo que eso sería lo mejor. —Él dice.
Elena simplemente se da media vuelta, pero en ese momento aquel hombre coloca su mano en el trasero de ella tocando la inapropiadamente.
—¿Qué le pasa viejo asqueroso? —grita ella—. ¿Cómo se le ocurre poner cosas sucias manos sobre mí?
Los ojos no pareciera que quisieran salir de su cuerpo, ella apretaba sus manos con fuerza rogando que en estos momentos su rabia no quisiera acabarlo en mil pedazos.
—Tu y yo sabemos qué es lo que quieres, qué es lo que busco una mujer como tú.
—¡Discúlpese! Y lárguese en estos momentos de aquí.
Él comienza a reír mientras que se pone de pie y camina hasta donde ella, algunos cortos pasos, que le mostraban a Elena que ese hombre era un perfecto imbécil.
—¿Crees que no pago lo suficiente en este maldito lugar para poder tenerte? Esta noche es tu noche, hoy por fin tendré la oportunidad de probarte —él dice relamiendo sus labios mientras que la sujeta con fuerza una y otra vez.
Elena mira como las personas a su alrededor simplemente observan el espectáculo como eso, como si fuera un espectáculo más.
Sin pensarlo mucho ella tomó la botella y la estrella sobre la cabeza de aquel hombre. Él la suelta de inmediato y pone sus manos sobre la cabeza de ella para luego observarla con rabia.
Él comienza a reír con ironía, su mirada se transforma y un escalofrío comienza a sentir Elena en su cuerpo.
—Cavaste tu tumba maldita perra —él dice levantando su mano para abofetearla.
Sin embargo en ese momento la mano de aquel hombre es detenida por un brazo fuerte. Cuando Elena sube la mirada nota como su profesor estaba allí sosteniéndolo con fuerza, con una mirada fría y atemorizante.
Christopher sostiene con fuerza el brazo de aquel hombre mientras que sus pecho sube y baja llena de adrenalina.
—¿Usted quién rayos se cree como para venir a meterse en lo que nadie le ha llamado?
—¿Está bien señorita? —cuestiona Cristopher. Elena mueve su cabeza asintiendo—. Soy el abogado de la señorita y lo que acaba de hacer le dará unos cuantos años de cárcel.
—Ni usted ni mucho menos esta perra van a poder enviarme a la cárcel. Aquí la única que hizo las cosas mal fue ella.
—No me reté. Porque usted no me conoce y puedo ser tan cruel que me suplicará de rodillas —Christopher habla con determinación mientras aquel hombre rueda sus ojos.
—¿Qué sucede aquí? —dice el jefe de Elena.
—Esta mujerzuela acaba de golpearme y seguramente este es uno de sus amantes porque vino a defenderla. Una persona que murió no merece estos tratos, así que decida si es ella o soy yo.
Elena bajó la guardia y era claro que esto era un gran problema para ella. Lo único que tenía claro es que no podía perder el trabajo.
—Siento mucho lo que haya pasado, le pido unas disculpas y usted Elena… queda despedida.
El asiento con baldado de agua fría cayendo por todo su cuerpo.
—Usted no me puedes venir a despedir por las ocurrencias de este hombre… él me tocó, solamente me defendí.
—¿Usted le va a creer? Ella es una provocadora de hombres, mira no tengo por qué perder más tiempo en estos momentos mi cabeza tiene una herida que debe ser revisada. No creo que quiera perder un excelente cliente por culpa de una mujer así.
—Lo siento señor Eduardo, lo invito a mi oficina mientras que hablo con ella.
—Usted me puede despedir —ella dice con su voz agitada.
—Ya lo hice, quiero que te vayas lejos y no vuelvas a meterme en problemas.
—Señor creo que usted está cometiendo un gran error —Cristopher habla.
—Señor, esto es un asunto de nosotros dos. Elena te haré llegar un sobre a tu casa con la liquidación de tu sueldo —dice él y luego da media vuelta para ir hasta su oficina.
Elena aún estaba en shock ¿qué va a hacer ahora?