Elena toma sus cosas y sale de allí, el bar en el que había trabajado los últimos meses, que aunque no fuera un lugar digno para muchos, para ella era el lugar en el que él estaba intentando pagar todo lo que debía y cubrir todas sus deudas.
Y ahora… simplemente ahora no tenía nada.
Elena se sienta fuera de aquel bar, ¿Cómo conseguiría dinero ahora para poder sacar a su papá de la cárcel? Ella pasa las manos por su cabeza completamente atormentada.
Elena limpia sus ojos, en este momento el teléfono sonó, era su madre, no podía decirle en este preciso momento que había perdido la única oportunidad laboral hasta el momento.
—Mamá —Elena limpió sus ojos y carraspeó con su garganta evitando que el llanto se notara—. Estaba a punto de llamarte.
—Hola, no lo siento, no soy tu madre, ella estaba en la calle y se desmayó tomé el teléfono y vi tu número y quería avisarte que se la van a llevar al hospital.
Elena sintió como todo se estaba desmoronando a su alrededor. Ella se levantó temblando mientras escuchaba la dirección que le daba aquella mujer. No tardó mucho en tomar un taxi e irse a ese lugar.
Entre tanto Cristopher, se bebe toda una copa de un solo trago. Leo la mira y esboza una sonrisa.
—Hace mucho no te veía así ¿quién es esa mujer?
—Es solo una estudiante, nadie importante la verdad. No debe meterme en eso, ella ni agradeció porque la defendí, seguramente está acostumbrada a que los hombres la traten de ese modo. —Leo comienza a reír.
—No sueles meterte en peleas ajenas, ¿Te gusta ella?
—No, no niego que es una mujer hermosa, pero no me voy a meter en problemas por cosas de ella. Adicional sabes muy bien que no quiere volver a pasar es al final entre estudiante y profesor, ya eso me costó bastante en el pasado.
—Tal vez, solo tal vez eso es lo que necesitas. Alguien fresco que te demuestre que todavía estás hecho para todo esto.
—No digas tantas pendejadas, mejor vayámonos mañana tengo clase y no sé qué me abruma más si la insistencia a mi padre o tener que soportar unos cuantos estudiantes mediocres.
Christopher se levantó de la mesa y puso unos cuantos billetes sobre la barra, en ese momento el dueño del bar se acercó a él.
—Espero que los hayan atendido bien —menciona él con sarcasmo. Christopher tomó una postura firme y seria.
—No lo suficiente, pero ya nos vamos así que no tendremos la oportunidad de seguir descubriendo que nos espera este lugar.
—Pues yo les recomiendo la próxima vez que no se metan en lo que no deben, nada es lo que parece y aquí no hay un bueno o un malo.
—Si lo dice por el hecho de que defendí a aquella chica de semejante atarban déjeme decirle que sí, aquí el malo es él. Y si el problema aquí es por no meterse de nuevo déjeme decirle que siempre lo haré porque mi trabajo así lo amerita.
—Entonces si las cosas son así le recomiendo no acercarse a este lugar de nuevo. No voy a perder a mis clientes por usted y por esa mujer… y le hago una recomendación: no debería dañar su vida ni mucho menos meterse en problemas por una mujer como ella.
—Yo le hago también una recomendación, debería dejar de apoyar ampones de ese tipo, porque podría recibir una demanda por acoso o por bajas condiciones laborales, así como usted viene y me hace una advertencia yo hago lo mismo.
—Que tengan un buen día —el dueño del bar señal de la puerta Christopher mira a Leo y sin opinar nada más salen de allí.
—Es mejor que no digas nada más, no sabemos con qué clase de gente estamos tratando y sé qué hiciste las cosas de buena voluntad pero qué tal que aquella chica no sea tan buena como supuestamente lo quieres decir.
—Es que la cuestión aquí no es si ella es o no buena, la cuestión es que esté maldito quiere vendernos la idea de que está bien lo que están haciendo. Y no tienes idea lo que me enfada la gente, así la gente pendeja.
—Creo que esa chica te gusta más de lo que crees, para notarlo tal vez si ya encontraste algo que te hará olvidar el mal momento que estás pasando… piénsalo una relación profesor estudiante no te quedaría mal ahora.
—Deja de decir bobadas…
Christopher se subió al carro junto con Leo mientras no dejaba de sacar de su cabeza a Elena.
Mientras tanto, Elena llegaba corriendo al hospital, hace mucho tiempo que su mamá no tenía una crisis tan fuerte que la enviara de nuevo a estar hospitalizada.
Antes de entrar a la habitación vio que su mamá estaba con el médico de cabecera, él me dijo que era amigo de la familia, pero que no hacía milagros.
—No puedes decirle a mi hija que estoy tan grave.
—Maria, como tu amigo te aconsejo que le digas punto Elena tiene derecho a saber todo, adicional necesitas dinero para costear tus medicamentos.
—No, no quiero que mi hija cargue con más peso encima de sus hombros. Suficiente con que ella tenga que pagar todos los gastos de la casa, pagar su universidad y aparte de eso juntar dinero para pagar para que ese hombre salga de la cárcel.
—Entiendo María, pero es tu hija y necesita saber las cosas que pasan a su alrededor.
—Pues te prohíbo que menciones algo sobre mi enfermedad, soy una persona adulta, aún consciente de la vida así que confío en y como médico y como amigo. Si me muero me iré sabiendo que no dejé más problemas para mi hija.
Elena se dejó caer, no podía creer lo que estaba pasando. Todo se le había venido encima en una misma noche ¿Qué iba a hacer ahora?