Cerrar los ojos

1142 Words

Tenía razón. Sí, mi jefe tenía mucha razón y por eso lo estaba odiando. Mierda, ¡tenía razón! Disimuladamente bajé un brazo y me olí la axila. Confirmado. Era un arma biológica en funcionamiento. La dignidad que me quedaba se me fue directo por la coladera. Me quedé en silencio, con el gesto petrificado. — ¿Ves? —Nikolai se cruzó de brazos, como si acabara de ganar una apuesta—. Te lo dije. — ¡No me huelo tan mal! —Mentí, con la convicción de una niña atrapada con la mano en la caja de galletas. Él se levantó despacio de la silla, como si estuviera en una pasarela y no en una oficina llena de carpetas. Esa maldita seguridad suya me estaba sacando de quicio. — Arriba, planta ejecutiva. Hay un área de descanso privada con duchas para directivos de alto perfil. —Se inclinó apenas hacia

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