El aire en el salón se había vuelto muy denso. No por el calor típico de Pyrion ni por la cantidad de cuerpos presentes, sino por la tensión invisible que se había instalado entre ese grupo específico que ahora se miraban como si el resto del mundo hubiera desaparecido.
Asher mantenía su posición junto a Miriam, con esa presencia controladora que hacía que la pelirroja sintiera escalofríos recorrer su columna vertebral. David permanecía cerca de Seraphina, con las mejillas aun algo sonrojadas y una sonrisa nerviosa que no lograba ocultar. Pyro observaba a todos con expresión aburrida, aunque sus ojos dorados se desviaban de vez en cuando hacia Shiloh con un dolor que intentaba disimular.
Los cinco infiltrados del norte luchaban por mantener la compostura. Keith apretaba la mandíbula con
