MIENTRAS TANTO, DE REGRESO EN EL COLISEO
David al fin había soltado a Seraphina. Bueno, no del todo. Todavía mantenía su mano entrelazada con la de ella mientras la guiaba fuera de la arena, ignorando por completo las miradas curiosas y las sonrisas conocedoras que los seguían.
—Necesitas agua —declaró con preocupación tiñendo su voz—. Y algo de comer. Has peleado duro y necesitas recuperar energías.
Seraphina, todavía procesando todo lo que acababa de suceder, solo asintió. Su rostro estaba rojo, aunque no estaba segura si era por el esfuerzo del combate, el calor del sol, o el beso muy público que David le había dado frente a miles de personas.
Lo más seguro es que era una combinación de los tres.
David la llevó a un área de descanso reservada para los combatientes, donde sirvientes
