Pyro mantenía a Shiloh cerca mientras bailaban, con sus movimientos muy coordinados demostrando que, a pesar de haber pasado años sin transformarse en elfo, y otras eras más sin hacer esa actividad de bailar, su cuerpo recordaba cada paso con precisión milimétrica. La música llenaba el salón, envolviendo a todas las parejas en su melodía, pero para la princesa de Pyrion, el resto del mundo parecía haberse desvanecido. Shiloh observaba al dragón élfico con una atención que nunca había prestado antes. Era extraño. La última vez que lo había visto en su forma humana había sido hacía diez años, cuando ella apenas era una niñita inocente. En aquel entonces, Pyro era solo una figura imponente y distante, alguien a quien sus padres le habían dicho que admirara desde lejos pero que nunca tocara,

