2

1162 Words
Si alguien le hubiera contado que una entrevista de trabajo era tan sencilla, Dolores hubiera aplicado para muchas más en su vida. Luego de enviar sus papeles a la dirección que Juana le había indicado, una mujer de avanzada edad había concertado una videollamada en la que apenas le había hecho tres preguntas. Tres preguntas, eso había sido todo, ni siquiera estaba segura de haber respondido correctamente, cuando la mujer le había anunciado que había sido elegida, señalando un salario mucho más generoso del que había supuesto. Dolores se había quedado tan sorprendida que ni siquiera se le había ocurrido una pregunta. No sabía para quién iba a trabajar, solo había firmado el contrato de confidencialidad a través de una aplicación muy moderna y ahora se dirigía a esa dirección, en un barrio acomodado de la ciudad. Los nervios traicionaron sus pasos, ni siquiera sabía cómo debía vestir. Había elegido un atuendo formal, había recogido su cabello tirante, como si aquel peinado le ofreciera formalismo y se había limitado a una máscara de pestañas sutil, no quería dar la imagen de que se había esforzado demasiado pero tampoco quería dar una mala impresión. Llegó a aquel portón oscuro, que no dejaba nada al imaginacion y tocó el portero observando con disimulo la cámara que la apuntaba directo a su rostro. Era evidente que se trataba de una propiedad vigilada, de alguien importante, pensó. No era que eso la impresionara, aunque le costara reconocerlo, conocía un lugar similar. -¿Quién es?- preguntó una voz que reconoció de la llamada que había recibido antes. -Soy Dolores, la nueva niñera.- dijo ella, ahora si enfrentando aquella cámara Entonces el portón se abrió en la medida justa para que ingresara. Adentro, una casa minimalista, de grises formales y ventanales impolutos se presentó presumida, ella avanzó por el camino prolijo de piedras a tono y al ver a un hombre con sombrero de paja emprolijando un arbusto que de por si estaba prolijo, esbozó un buenos días, que el hombre respondió con un ligero movimiento de su mano. Aquella casa era enorme, le sorprendió la forma en la que su exterior disimulaba su verdadero tamaño, pero decidió no detenerse en aquel detalle. Estaba allí para trabajar, para poder conservar el departamento en el que vivía y terminar su carrera sin ayuda de su padre. -Bienvenida señorita Dolores.- le dijo la mujer de cabello gris y delantal impoluto. -Muchas gracias, un gusto verla en persona.- le respondió extendiendo su mano para estrecharla con ella. -Soy Beatriz, el ama de llaves o algo así, esos títulos nunca fueron de mi agrado.- le dijo la mujer agitando sus manos mientras ingresaba a la casa, que si de afuera era imponente adentro se volvía monumental. Dolores sonrío estudiando el andar de esa señora que le trajo recuerdos de una de las únicas partes favoritas de su infancia, pero sin querer detenerse en la nostalgia, decidió seguirla hasta un inmenso living, con un sillón en forma de herradura que ocupaba la gran estancia con vista, a través de un ventanal del piso al techo, de un jardín más hermoso que el que había visto en la entrada. -Bien, aqui le dejo una copia de la llave, la señorita Amparo regresa del jardín al mediodía, aquí están los horarios de sus actividades de la tarde, casi todas se desarrollan aquí mismo, tiene profesores de ballet, piano y pintura.- le dijo la mujer entregándole aquel papel prolijamente diseñado. Dolores alzó sus cejas con sorpresa. -Disculpe, la niña tiene cinco años, ¿verdad?- le dijo de manera irónica al notar que tenía más actividades que ella misma. Beatriz detuvo sus movimientos para mirarla con un gesto de empatía y luego continuó. -Es muy capaz la pequeña Amparo, debería oírla hablar alemán.- le dijo buscando otro papel en su carpeta. -Luego tiene un poco de tiempo libre, en general le gusta dibujar, ha comenzado a bañarse sola, asi que solo debería asistir para cambiarse y alrededor de las ocho es ideal que cene. - le anunció con un gesto de satisfacción por llevar su vida tan organizada. -¿En qué horario puede ir al baño entonces?- le preguntó con ironía comenzando a sonreír, pero al ver que la mujer no la imitaba se contuvo. -Su padre es muy celoso de su rutina, quiere que la señorita Amparo reciba la mejor educación posible.- le anunció incluso alzando su hombro con superación. Dolores alzó los hombros y apretó los labios, si él lo decía no iba a entrometerse, aunque en verdad supiera que aquello no la estaba ayudando, lo sabía por experiencia propia en realidad. -Ok, ok, ballet, cena, baño. Entonces ¿luego me voy?- le preguntó algo confundida. -Si, así es, ella duerme en su habitación, aquí hay seguridad continua, yo me retiro a las 18 hs pero el señor suele regresar por la noche.- le dijo y Dolores no pudo evitar abrir sus hermosos ojos verdes. -¿Duerme sola… sola?- le preguntó anonadada. -Está acostumbrada, es una niña muy buena ¿Quiere conocerla?- le preguntó Beatriz señalando la escalera. Dolores asintió sin terminar de estar satisfecha. No debía entrometerse, pero cada vez creía que sería más difícil no hacerlo. Siguió a Beatriz escaleras arriba, los peldaños brillaban como si hubieran sido recién lustrados, los escasos cuadros que vestían las paredes parecían costoso, las arañas destilaban su modernismo, pero todo parecía impersonal. -Es por aqui.- dijo la mujer y al abrir una puerta enorme de madera robusta apareció una gran habitación que parecía salida de un cuento. En los tonos pasteles del rosa y el celeste las paredes dibujaban diseños principescos, tules y telas colgaban del techo y una cama con forma de castillo ganaba protagonismo en la escena, cerca de un ventanal de ensueño una pequeña de cabello rubio y largo sostenía un lápiz con su mano, parecía estar copiando algo veía en el exterior y al oír la puerta giró para ofrecer sus enormes ojos celestes de pestañas largas que la hacían ver hermosa. -Hola, Amparo, vine a presentarte a tu nueva niñera.- le anunció Beatriz sin acercarse. Dolores sonrió y caminó hasta donde estaba. Al ver que la niña seguía sus pasos con atención pero sin reacción estiró su mano para ofrecerla. -Hola, soy Dolores, pero podes llamarme Dolo.- le dijo. Entonces hubo unos minutos de silencio, la niña parecía querer reaccionar, pero como si fuera una adulta mayor contenía sus impulsos, Dolores creyó estar viéndose en un espejo, pero no estaba dispuesta a regresar a la nostalgia. Por eso retiró su mano y se arrodilló frente a ella. -Creo que ya me gusta ser tu niñera.- le dijo con una sonrisa incluso más grande y entonces por fin Amparo la imitó y antes de que pudiera contenerse, Dolores la abrazó para darle un beso en la mejilla. Al notar que la niña la abrazaba también quiso creer que a lo mejor aquel trabajo era mejor de lo que había creído.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD