Es imposible, dijo el orgullo
Es arriesgado, dijo la experiencia
No tiene sentido, dijo la razón
Intentalo, susurró el corazón.
1
La mochila cargada de libros pesaba tanto que su hombro derecho rogaba por una pausa, las veredas de baldosas rotas la obligaban a mirar hacia el suelo para evitar una embarazosa caída y su respiración agitada expulsaba el aire de su nariz como si se tratara de una antigua locomotora a vapor.
Era la segunda vez en esa semana que Dolores se había quedado sin dinero para el transporte y debía caminar unas treinta cuadras hasta el departamento que compartía con su amiga Juana en la calle Azcuénaga, un lugar modesto, de dos habitaciones y libros apilados junto a cajas de zapatos que no entraban en el placard.
-¿Otra vez caminaste?- le preguntó Juana ni bien la vio atravesar la puerta con sus mejillas coloradas y su frente brillante de sudor. Era el mes de noviembre y la humedad de Buenos Aires comenzaba a sumarle temperatura a las tardes.
-No preguntes.- le respondió Dolores, arrojando, por fin, su pesada mochila al suelo, para acercarse a la heladera en busca de agua helada que calmara su sed.
-Te dije que me escribas y te envío dinero por la app.- le dijo Juana, sin abandonar su labor de pintar sus uñas de los pies con un exquisito púrpura oscuro.
Dolores negó con su cabeza mientras bebía todo el agua de la botella, llevaba su cabello largo y oscuro recogido y había cerrado sus preciosos ojos verdes para disfrutar más de la calma que aquella bebida le producía.
-Ya lo hablamos, no es necesario. Tengo que poder sola, voy a lograrlo, solo tengo que administrar mejor mis finanzas.- le respondió una vez que la botella estuvo vacía y su respiración regresaba la normalidad.
-No, si ya lo digo yo, a tu terquedad no le gana nadie, amiga. Todavía no entiendo porque no le pedís plata a tu papá, te estas rompiendo el alma cada día, trabajas por las noches en ese bar de mala muerte, estudias durante el día y mantenes la beca con tus calificaciones. No veo nada de malo en aceptar algo de su ayuda.- le reprochó Juana para luego soplar sus pies, como si de esa manera lograra acelerar el proceso de secado.
-No quiero nada de él. Yo puedo.- se limitó a responder Dolores mientras se sacaba su remera sudada y caminaba en ropa interior hacia el único baño del departamento.
Juana sonrió como si conociera muy bien la respuesta, sabía que no la haría cambiar de opinión, pero siempre prefería intentarlo al menos.
Ni bien oyó el sonido de la ducha se puso de pie para acercarse a la puerta del baño, que no tuvo reparos en entreabrir. Eran amigas desde el jardín de infantes, se conocían muy bien, se querían y se respetaban. Podían hablar de todo y compartían su gusto por la buena música a toda hora.
-Dolo, tengo que decirte algo que no te va a gustar.- le dijo aprovechando que su amiga estaba en la ducha y no podía enviarle esa mirada que de seguro la haría sentirse peor de lo que se sentía.
-¿Qué pasó?- le preguntó Dolores mientras la espuma en su cabello se deslizaba por su cuerpo.
-Es que…- dijo sin saber cómo continuar, en verdad no deseaba comunicarle lo que estaba punto de decir, pero no tenía opción.
-Vamos, Juani, ¿Qué pasa? ¿Acaso no confías en mí?- le preguntó Dolores enjugando su cabello con prisa.
-Es que después de mucho meditar.. Yo.. eh.. Creo que voy a decirle que sí.- dijo cerrando sus ojos mientras apretaba sus labios.
Juana llevaba tres años de novia con Thiago, lo amaba y cuando él le había pedido que se mudaran juntos, su corazón solo le había gritado que sí. Pero luego había pensado en Dolores, sabía que sin ella no sería capaz de costear el departamento y eso la había llevado a retrasar su respuesta. Ahora Thiago se había puesto impaciente y frente al temor de perderlo, ella había tenido que decidirse.
Dolores se quedó inmóvil, el agua continuaba cayendo sobre su cuerpo pero sus manos se habían dejado de mover. Quería a Juana, su felicidad era muy importante para ella y sabía que Thiago era un buen chico.
-Si vos no queres…- comenzó a decir Juana, pero Dolores se asomó de la ducha para mostrarle su sonrisa.
-Es una gran noticia amiga, me alegro mucho por vos.- le dijo ocultando su propio temor, ese a no poder continuar con su plan, a tener que volver con su padre, a no poder sola.
Juana se acercó y la abrazó incluso cuando el agua de la ducha la empapó.
-Sos una gran amiga.- le dijo mientras Dolores sonreía y buscaba una toalla para salir de aquel incómodo lugar.
-Vos lo sos y te mereces ser feliz.- le respondió ofreciéndole otra toalla para que se secara también.
Juana se secó la cara mientras Dolores se vestía en su habitación.
-No te creas que no pensé en vos, como se que aún no estás lista para mudarte con Bauti, estuve viendo algunas ofertas de trabajo.- le dijo tomando su teléfono para enviarselas. Si bien Dolores llevaba un año junto a Bautista, no la notaba realmente enamorada, aunque ella insistía en que lo estaba.
-Mi papá me paso algunas opciones en su empresa.- comenzó a explicarle y Dolores, que ya se había vestido, negó con su cabeza.
-No, no, mi papá lo sabría y no quiero…- le dijo tomando asiento a su lado en el único sillón de la sala.
-Sabía que dirías eso. -le respondió Juana con una sonrisa de satisfacción por conocerla tan bien.
-Por eso busqué por otro lado.- le explicó.
-Un amigo, de un amigo, de otro amigo de Toto mencionó que otro amigo necesitaba una niñera.- dijo y Dolores se rió con ganas.
-¿Me ves como niñera?- le dijo divertida, no tenía problema con ningún empleo, siempre que fuera digno, pero no creía que el trabajo de niñera pudiera ayudarla con los gastos.
-Está muy bien pago, es de tiempo completo y tiene una cláusula de confidencialidad, debe ser para una princesa de padre ricos, una a la que tu cuidado le vendría muy bien.- le dijo con una mirada que Dolores comprendió a la perfección.
Entonces hubo un silencio, pero no fue uno incómodo, ni uno de negación. Fue un silencio de reflexión, Dolores comenzaba a hacerse la idea. Estaba a punto de terminar su carrera, ya no tenía que cursar tanto y si era una niña pequeña, incluso podría estudiar mientras ella dormía.
-¿Es cerca de aquí?- le preguntó a Juana y su amiga sonrió satisfecha.
-¡Mucho más cerca que las cuadras que caminaste hoy!- le respondió para luego abrazarla con genuina alegría.