Primavera.
Mucho tiempo después pasé por su casa, desde afuera nada parecía distinto a esos días en el que solía prenderse de mi brazo.
Me detuve para revivir su recuerdo.
Había regresado para las fiestas de fin de año, y Matías vino a visitarme, aunque no pretendía quedarme por mucho tiempo, su compañía me hacía bien. Emil me dicho que me quería ¿Era posible que sintiera algo por mí, como dijo aquella vez? ¿Existía la felicidad después de él?
Ser hombre va más allá de toda preferencia s****l. Ellos tienen una venda en los ojos, es su homofobia que los enceguece.
La idea rondaba por mi cabeza. Esa banda de enfermos no se podría salir con la suya. La muerte de Emil tenía que ser vengada, pero por entonces yo carecía de valor, como para exponer todo aquello a la luz pública y ante mi familia. Soñaba que iba y los mataba uno a uno. Al despertar siempre me ponía a llorar como un niño chiquito.
Una noche creí ver a Emil saliendo de una pizzería.
Bajé del bus con la intención de darle alcance, mi corazón iba a explotar de la emoción.
“Está vivo, estás vivo" en mi locura comencé a creer que lo estaba, que todo el asunto de su muerte era una farsa. Pero no pude dar con él.
Al día siguiente hice el mismo recorrido seguro que iba a dar con él.
Llamé emocionado a Matías para contarle.
—Seguro viste a Camil.
—Mientes. —colgué la llamada.
Pero en cuanto le vi detenidamente supe que no era él, este otro Emil carecía de su calidez de su ternura e inocencia.
De todas formas, le abordé a la salida de la pizzería. Pero no se sorprendió al verme.
Su forma de moverse, la manera de hablar era distinta a Emil.
—Te conozco, sé quién eres te vi en las fotografías de mi hermano.
—¿Sabes lo que le pasó?
Negó moviendo la cabeza.
—Nadie quiere hablar de ello. —dijo, sin mirarme a la cara, pero pude percibir en él algo de fastidio. De todas formas, le convencí de acompañarme al arrollo. Por un rato caminamos en silencio. Su parecido era extraordinario, en mis desvaríos creía que podía hacerme a la idea de que era mi Emil, y que al fin había despertado de esa terrible pesadilla. Me mordía la lengua para no dejarme llevar por aquella fantasía.
—Sé que cuando me miras piensas en mi hermano… Pero yo no soy él. —Me miraba contrariado, y me sentía culpable por causarle incomodidad.
—Lo sé, eres Camil. Perdóname.
—Emil era querido por todos, y yo no llego a ser su sombra…
Sus palabras me parecían tener doble significado, pero no era capaz de preguntarle.
—Al final mi hermano hizo lo mismo que mi papá. Emil siempre lo decía, pero él solía decir muchas cosas… mi madre está destrozada, ya no come, quiere irse con él. Mi familia está rota y es su culpa. Sé que le querías, pero yo no lo soportaba. Olvídale, y sigue con tu vida, es lo mejor que puedes hacer, de lo contrario, aun estando muerto te arruinará la vida como a todos.
No era posible que siendo su hermano dijera y pensara todo aquello, de que sintiera esa amargura, sus palabras venían cargadas de resentimiento antiguo, yo no soportaba oírle, de repente me vi alejándome de él, huyendo de su veneno.
Luego de unos días, quizás fuera el destino, Dios, tal vez, me lo encontré muy cerca de casa. Al reconocerme se me acercó sin muchas cavilaciones. Llevaba una caja consigo.
—Mamá no desea deshacerse de esto… y quizás algún día vaya a arrepentirme si hoy lo tiro a la basura, te lo entrego a ti porque sé que le estimabas, si quieres quédatelo.
Era una caja con las pertenencias de Emil. No era pesada. Más bien me resultaba ligera.
—Si tienes duda de algo, te aseguro que la respuesta la encontrarás en ahí.
No podía esperar a llegar a casa para abrirla. Mientras esperaba el bus me senté en el banco de la parada y ahí la abrí. Había libros, hojas sueltas, lápices y su celular. Unas fotos de personas que yo no conocía. Tomé el celular y lo encendí. Le quedaba poca batería.
Pero eso me hacía sentirme mal, como si estuviera invadiendo su privacidad, sin embargo, sentía Demasiada curiosidad.
Tener ese teléfono en mis manos era cono tener el corazón de Emil entre mis manos, ¿tenía derecho a husmear?
Desde luego que no, aun sabiendo que era muy probable que encuentre las respuestas que buscaba. ¿Estaba dispuesto a sufrir? ¿A pagar el precio?
Preferí guardarlo como un tesoro preciado.
Emil.
Fin