Félix.
La explosión de emociones fue tal que caí enfermo por unos días. Una reacción habitual cuando mis sentimientos se desbordan o cuando me exijo demasiado. Jehane se enteró, no sé cómo, y se instaló en mi casa para cuidarme. Su presencia constante me obligó a meditar seriamente sobre su proposición.
Me reveló más sobre el hombre que la esperaba, las complejidades de su compromiso, la asfixiante rivalidad con su madre y el abismo que las separaba. Me permitió ver su esencia: una mujer peligrosa, sí, pero también inmensamente leal, segura de sí misma y dotada de una fiabilidad sorprendente. Me dejó claro que, sin importar mi decisión, la respetaría.
Decidí intentarlo. No me importa compartir; de hecho, la idea de otro hombre en la relación me intrigaba. Al igual que ella, soy bisexual y he tenido encuentros con hombres. Este concepto de poligamia, aunque anómalo, prometía una expansión de amor, cariño y atención que jamás había imaginado.
—Debes enseñarme todo sobre esto —Le dije, entrelazando nuestros dedos mientras paseábamos por un centro comercial.
—No hay mucho que aprender, cariño. Simplemente no hay cabida para los celos ni la desconfianza. La clave es la sinceridad absoluta, respetar los deseos de los demás y, sobre todo, dialogar al primer indicio de un problema.
—Es una relación normal, pero con más personas.
—Exacto. —Me miró a los ojos, con una seriedad punzante—. Además, debemos tener un consentimiento mutuo para cualquier integrante nuevo. No podemos involucrar a terceros si uno de nosotros no siente lo mismo. Debemos ser cuidadosos; no siempre nos gustarán las mismas personas, y algunos solo querrán aprovecharse de nuestra dinámica.
—Lo difícil será encontrar a alguien que quiera exactamente lo mismo.
—Sí... Tal vez nunca lo logremos, pero no debemos rendirnos. Quizás la persona menos esperada sea la indicada.
El resto de nuestra cita fue formidable. Visitamos un cine de autor y una exposición de arte contemporáneo. Jehane no solo respetaba mi pasión, sino que la compartía con un interés genuino, haciéndome sentir esencial a su lado. Nunca me había sentido tan libre. Esta era mi primera relación oficial y, junto a ella, estaba aprendiendo a ser yo mismo, sin la represión que marcaba mi vida ante los demás.
—Esta noche conocerás a mis padres. ¿Estás nerviosa?
—¿Nervios? Nunca. Normalmente, intento no darles demasiada importancia a ciertos asuntos. Además, mi padre me enseñó a no tenerlos y mucho menos a sentir miedo.
—Creo que hemos sido criados de manera muy distinta —La ayudé a subir al auto—. A mí, mi padre me enseñó el miedo y la inseguridad. —Confesé al entrar al vehículo—. Es extremadamente estricto, critica todo y siempre tiene una opinión negativa.
—No debes vivir con el miedo hacia tu padre. Si lo haces, nunca podrás superarte ni convertirte en la mejor versión de ti mismo. —Sus palabras calmaron la presión en mi pecho—. Eres tú quien debe crear la versión que desea, y vivir libremente.
Sin duda, ella sabía exactamente qué decir para desarmar mis defensas.
Al llegar a mi casa, los empleados nos informaron que mis padres aún no habían regresado. Aproveché para llevar a Jehane a mi estudio.
—Adoro el olor que deja la pintura al óleo —Dijo, admirando mis cuadros más recientes—. Tienes un gusto exquisito, Félix. Es mucho mejor que los cuadros que vimos en la exposición.
—Muchas gracias. Últimamente, me he sentido más inspirado que nunca.
Me regaló una sonrisa. —Eso me agrada. No hay nada mejor que hacer lo que te apasiona.
—¿Y a ti qué te apasiona, Jehane?
—Entrenar, perfeccionar mi agilidad con las armas y, por supuesto, cazar a las personas equivocadas.
Aún me costaba asimilar su realidad: no era solo la hija de un mafioso, era la prometida del futuro líder francés, y había hecho su debut en la organización a los doce años.
—Debo aprender tu vocación.
—Es cierto. Puedo enseñarte algunas cosas básicas para que te mantengas a salvo. —Se acercó a mí—. Pero no tienes por qué preocuparte. Yo siempre te protegeré. No importa lo que pase, te mantendré a salvo.
—A mí también me gustaría protegerte, aunque sea tan débil para hacerlo. —Bajé la mirada—. Odio esta debilidad.
—Eso no te hace menos hombre. —Colocó su rostro en mi pecho, abrazándome, y yo correspondí de inmediato—. Aunque no seas fuerte físicamente, eres fuerte en otras cualidades. Si dejas de dudar de ti mismo, lo serás mucho más.
—Ayúdame a ser quien quiero ser.
—Eso no se pide. —Levantó el rostro para que nuestros ojos se encontraran—. Tú mismo debes liberarte. Yo te apoyaré incondicionalmente, pero el primer paso debe ser tuyo.
Asentí con una sonrisa, uniendo nuestros labios en un beso apasionado.
Jehane era muy pasional; siempre buscaba el contacto físico, y yo no era quién para negárselo. Adoraba sentir sus labios y manosear su cuerpo a mi antojo, aprendiendo de memoria cada curva, cada silueta.
—Amor —gimió—. Eres tan increíble.
—No tanto como tú. —Subí su falda, revelando un par de bragas de encaje rojo bajo la tela.
La levanté y la senté sobre la mesa de trabajo. Abrí sus piernas para verla mejor. Era tan sensual, su piel suave y ligeramente bronceada. Tenía ante mí una obra de arte, una escultura viva que deseaba solo para mí.
—Seré rápido, nena —Bajé la cremallera de mi pantalón, liberando mi necesitado m*****o.
—Hazme lo que quieras, cariño. Soy toda tuya. —Se hizo a un lado las bragas, dándome vía libre.
Aprovecharíamos cada segundo antes de que llegaran mis padres.
—¡Joder!
No dudé en penetrarla con fuerza, provocando un gemido que ella tuvo que reprimir de inmediato para no ser escuchada por mis hermanos. Odiaba el silencio. Adoraba escucharla jadear mi nombre.
—Te juro que cuando tengamos nuestro propio hogar, te haré gritar tan fuerte para recompensar esto.
—Eso suena maravilloso.
Ella colocó su rostro en mi cuello, permitiéndose gemir sin ser escuchada por nadie más que yo. Solo nosotros podíamos apreciar sus hermosos sonidos, y cuando tuviéramos a un tercero, solo él o ella compartiría ese privilegio.
Alcanzamos el clímax casi al unísono. Nuestras frentes quedaron unidas por una capa de sudor. La respiración era agitada, pero ambos teníamos una sonrisa de satisfacción.
—Debemos arreglarnos —dijo ella, con la voz aún ronca.
—Sí, amor.
≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫
—Es un placer conocerte finalmente. Se nos informó que cuidaste muy bien de nuestro hijo —Mi padre hizo gala de su falsa amabilidad. Siempre fingiendo la sonrisa, especialmente cuando se refería a mí—. Suele ser algo enfermizo. —Aunque sus palabras eran suaves, todos sabíamos cuánto despreciaba mi salud.
—No fue un problema, lo disfruté. —Jehane sonrió de manera tan radiante que cegó a todos—. Su casa es hermosa, sin hablar de las decoraciones.
—Oh, sí. Tienes buen ojo. Casi todo está hecho por mí —dijo mi madre, robándose el crédito de los halagos.
Pasamos al comedor. Solo esperaba que nadie hiciera un comentario fuera de lugar. Jehane era educada, pero si la buscaban, la encontrarían. Mis hermanos mayores estaban presentes, y solían humillarme en público.
—No sabía que Félix tuviera tan buen gusto —Mi hermano mayor, Adam, no dudó en mirarla de forma coqueta—. Nunca conocimos a ninguna de sus novias. Claro, si es que alguna vez las tuvo.
Apreté los puños. Las burlas ya habían comenzado.
—Cierto. Creíamos que le gustaban otras cosas, ya sabes. —George, el perro faldero de Adam, continuó—. Nos sorprende que tenga a una mujer como tú. Sonríe, si es que lo estás haciendo obligadamente.
—¿Tanta envidia le tienen a Félix como para decir esas cosas? —Mis hermanos y padres se quedaron inmutados ante la voz clara y cortante de Jehane—. O ¿acaso les va tan mal con las mujeres que se sienten inferiores al ver que su hermano menor ya tiene una? Y no una cualquiera, sino una como yo. Créanme cuando les digo que no conseguirían a alguien igual. —Sonrió con suficiencia.
Vi cómo Adam apretaba la mandíbula. —Mujeres es lo que nos sobra. No somos idiotas para solo tener una. Nuestros intereses son más amplios.
—¿De verdad? ¿Y por qué no veo a ninguna por aquí? —Jehane no dudó en reír, asestando un golpe directo—. No alardees sin pruebas, te hace quedar muy mal.
—Eres una...
—¡Basta! —ordenó mi padre. Adam se calló, pero mantuvo una mirada asesina sobre Jehane—. Aunque... es cierto lo que dijo mi hijo mayor. Eres la primera novia que conocemos, señorita.
—Y además de eso, eres muy hermosa —intervino mi madre con una sonrisa forzada—. ¿Qué estudias?
—Administración de Empresas.
—¡Qué genial! Pensé que estudiarías algo más afín a nuestra profesión artística.
—Admiro el arte, pero no es para mí.
—¿Y qué tal es París?
Levanté una ceja, confundido. ¿Cómo sabían que Jehane era francesa? Seguramente la habían investigado sin decirme nada.
—Hermoso —Ella los miró—. ¿Qué tal les fue en Grecia?
—Parece que Félix te habló de nuestro viaje.
—En realidad, no. —Mis padres abrieron los ojos, sorprendidos. Jehane les devolvió la mirada, con una sonrisa macabra—. Pero ya que estamos investigando la vida privada de los demás, no hay problema, ¿verdad?
La tensión se podía cortar con un cuchillo. Jehane no solo los había silenciado; había desnudado su hipocresía.
—Eres increíble, nena.
Ella me guiñó un ojo. —Eso no es nada. Sigamos comiendo. No podemos dejar que nadie nos dañe el apetito.
Obedecí, totalmente de acuerdo. Nadie nos estropearía el placer de una buena comida, especialmente después de esta victoria.
La confrontación en la cena fue un éxito total. Jehane ha demostrado ser una fuerza formidable, no solo protegiendo a Félix sino también ganando terreno estratégico al exponer la investigación de su familia.