Sin saber qué decir si contaba su triste historia, demasiado trágica. Podría hacerlos sentir como dos viejos marginados. Él comprendió, fascinante, con una honestidad absoluta. Atractiva, bajita, un poco regordeta, con una hermosa sonrisa bajo unos ojos risueños y una voz profunda. Su vestido rojo sin tirantes revelaba la mayor parte de sus pechos, que cubrían solo hasta la mitad de los muslos.
Sus muslos firmes, esas piernas torneadas. Este ligue cambiaría por completo la vida de Dave de maneras que nunca pudo imaginar. No sabía quién era ni adónde los llevaría su fantasía. Ella bebió de un trago, lo tomó de la mano y se dirigió a la puerta del club, llevándolo a quién sabe dónde, pero qué demonios. Debe ser el ligue más fácil de la historia y quién sabe qué delicias traerá.
—Llévame al pub entonces–, dijo una vez afuera. —Adiós a la vieja vida, hola a la nueva.
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Entraron en su pub favorito, a apenas cien metros del club donde se conocieron. Un chico estaba sentado con una guitarra en un rincón y Dave acompañó a su nuevo amigo al rincón más alejado del local, lejos del ruido. Mirándose a los ojos, los dos se acomodaron en cómodos sillones.
—¿Qué vas a comer?— preguntó Dave.
—No sé si emborracharme y que no me importe lo que pase esta noche, o tomarme las cosas con calma y disfrutar del momento—, respondió con voz divertida. —Claro, beber demasiado podría hacerme vomitar. Sería el fin para ambos.
Dave sabía cómo se sentía ella; tenía exactamente el mismo miedo. Necesitaba compañía desesperadamente, y ella era una opción muy atractiva, aunque en el fondo no quería volver a estar en la situación que había vivido con Teresa. El daño emocional de un incidente menor, en ese momento insignificante, podía convertirse en una inseguridad total. El tiempo lo diría. Necesitaba esforzarse más por disfrutar de la vida.
Dave se puso de pie y se inclinó hacia ella, poniendo su boca cerca de la de ella, un movimiento espontáneo que no pensó bien.
—No te enojes. Disfruta el momento. No me gusta besar a mujeres que han vomitado.
Él le susurró mientras sus mejillas se rozaban. Su lengua salió para acariciar sus labios mientras sus bocas se rozaban. Deslizó la lengua por sus labios, forzándola a entrar en su boca, buscando la suya. Respondiendo a la pasión de su aliento ardiente, su pene se calentó, humedeciéndose en la punta, presionando contra su ropa interior. Temiendo que se notara a través de sus apretados pantalones, cambió de postura, empujándolo con la palma de la mano.
—¡Disculpen! —Una voz los interrumpió—. ¿Qué les traigo?
—¿Un trío, si él forma parte del trato?—, le susurró a Dave al oído.
—Dos copas de Kiwi Sav Blanc, muchísimas gracias—, dijo Dave en voz alta y directamente al camarero.
Dave la miró fijamente a los ojos y susurró: —Espero que le parezca bien, señora.
—Perfecto—, jadeó ella en su oído en voz baja, —Pero no preguntaste por el trío.
—No hay problema, señor. Tardo un momento.— El camarero interrumpió la conversación y se dio la vuelta para irse a la barra.
—Eres muy traviesa, podría haberte oído.— Dave no se había separado de ella y seguía de pie junto a ella en su silla. —Creo que necesitas una buena nalgada—, rió. —En lugar de una buena follada.
—Creo que necesito una buena nalgada y una buena follada—, dijo, mirándolo fijamente a los ojos, y añadió: —Si se entera, quizá le interese unirse a nosotros.
—Joder, no hay forma de detenerte, ¿verdad?
—¿Quieres que pare o simplemente disfrute el momento y espere que se haga realidad?
—¿Sabes la respuesta a eso?
Ella echó la cabeza hacia atrás y se rió. —Eres todo un hombre. Primero folla y luego piensa.— Extendió la mano hasta su entrepierna y acarició el bulto duro en sus pantalones. —Tu polla está lista para empezar ahora mismo. ¿Quieres empezar en el bar?
—Si lo haces.— Sus rostros estaban muy cerca, todavía inclinado sobre ella con sus labios rozando los de ella mientras hablaba.
—Lo haría, pero podrían arrestarnos antes de que llegue al clímax. Qué desperdicio.
—Cierto, y además, yo controlo cuándo llegas al clímax, no tu decisión. —Dave, afirmando su dominio de la conversación.
—Estás lleno de tonterías; yo controlaré el ritmo cuando follemos. Te correrás cuando te deje correrte, sin duda—, respondió ella con una sonrisa.
—Palabras grandes, veremos cómo funciona cuando te tenga desnuda sobre mis rodillas con tu trasero desnudo colgando, haciendo que tus nalgas brillen rojas.
—Joder, dices las cosas más dulces en una primera cita—, le devolvió la sonrisa.
—¿Es esta una primera cita? preguntó.
—Eso espero.— susurró.
Extendió la boca de nuevo y la colocó firmemente sobre la de ella. Ella respondió de inmediato, introduciendo la lengua profundamente entre sus labios, jugando con ella. Su cuerpo gritaba por tocarla por completo, su mente le desgarraba la blusa para revelar sus pechos. Quería agarrarlos y chuparlos, su pene se comportaba mal en sus pantalones. No podía creer que estuviera haciendo esto en un bar, en un lugar tan obvio.
—Sus bebidas, señor —interrumpió el camarero, sosteniendo una bandeja con dos vasos.
Gracias a Dios, pensó. Dave estaba a punto de bajarse la bragueta y al diablo con las consecuencias. Sentándose en su asiento, se enfrentó a su nueva amiga, o amante, o ligue, o lo que fuera. Se dio cuenta de que estaban haciendo planes para una noche de sexo apasionado y ni siquiera sabía su nombre. Nunca consideraron necesario intercambiar esa trivialidad.
—¿Cómo te llamas? Qué raro que no hayamos intercambiado nuestros nombres de usuario—. Estaba a punto de presentarse, cuando ella se acercó y le puso el dedo índice en los labios.
—Silencio, no necesito saberlo y tú tampoco. Solo soy una chica que conseguiste en un club.
Está bien, si así lo quieres, te llamaré perra.
¡No! Era firme. —Llámame zorra, porque ahora mismo soy una completa zorra, pero no me llames perra. No pretendo ser una perra, tal vez una zorra sexy que te haga muy, muy feliz.
—Está bien, señorita zorra, aquí estamos por nosotras.
—No es un matrimonio, es una sesión de sexo de una noche.
—Chico, tú sí que sabes cómo humillar a un tipo, ¿no?
Se rió a carcajadas con la cabeza hacia atrás. —Vamos a divertirnos mucho en las próximas 24 horas.
—Woo, tengo trabajo mañana por la mañana.
—Probablemente no lo consigas. No voy a invertir todo este esfuerzo en una sesión de sexo que solo dura unas horas. ¡A la mierda con eso! Quiero destrozarnos los cuerpos a ambos.
Él notó que ella se había quitado sus tacones altos negros y había movido su pie izquierdo hasta su regazo, donde debajo de la mesa, estaba masajeando suavemente su pene con los dedos del pie.
—Estás lleno de eso, una buena paliza y una buena cogida y estarás acabado.
—No cuentes con su amigo. Tengo fuerza de voluntad, deberías hablar con mi compañero de piso.
—Que maricón es el que se la mete por el culo.
—No es justo, él es absolutamente bisexual, apuesto a que tú eres bisexual si tienes la oportunidad.
—¡Vete a la mierda!
—Ya veremos, ya veremos.
La cantante había vuelto a empezar, y permanecieron sentados en silencio, escuchando la música y cogidos de la mano durante unos buenos diez minutos. Ella continuó masajeándole el pene lentamente todo el tiempo; él pensó que iba a explotar, pero lo contuvo. Le dolía muchísimo.
Durante un descanso, ella se inclinó hacia él, casi derramando sus pechos por toda la mesa, y le susurró.
—Ve al baño y tómate una selfie con tu polla dura.— Se incorporó.
—¡Qué! ¿Por qué?
—No deposito mis esperanzas en un tipo que tiene un lápiz por pene.— Sorprendió a Dave con su repentina seguridad. En el club nocturno no había demostrado nada de eso, ahora era una mujer segura y asertiva.
—Caray, gracias. De todos modos, ¿cuál es tu elección?
Vete a la mierda, puedo llevarme a ese cantante a casa. Apuesto a que si se lo muestro, babeará por estar conmigo. Me dijiste en el club que todos los hombres quieren follar conmigo, ¿por qué iba a ser diferente? Recuerda, lo dijiste.
—Dios mío, eres una pequeña zorra, ¿verdad? Mañana no me llegará la factura, ¿verdad?