La Cabaña: Donde arde lo prohibido!!!! Capítulo 12

763 Words
El viaje al sur fue silencioso, pero no un silencio común. Era ese tipo de silencio espeso, lleno de cosas que ninguno de los dos se atreve a decir. Mateo va sentado a mi lado en el asiento trasero de la camioneta. La cabaña familiar está a pocas horas, aislada del mundo. Un lugar donde nadie puede vernos. Nadie puede juzgar. Nadie puede detener lo que ya se incendió entre nosotros. Cada cierto tiempo, su mirada se cruza con la mía. Y cada vez que pasa, baja la vista como si temiera lo que ve en mis ojos. No sabe que me cuesta respirar cuando lo observo. No sabe que me estoy conteniendo por él. No sabe que el simple recuerdo de su voz diciéndome “te deseo” me está destruyendo. Cuando llegamos, Sebastián y los guardias se adelantan a revisar el perímetro. Mateo se queda a mi lado, temblando ligeramente por el frío o por mí. No lo sé. Vamos, le digo, colocando una mano en su espalda para guiarlo dentro. La cabaña es cálida, iluminada apenas por la chimenea que los guardias encendieron minutos antes. Todo huele a madera, a invierno, a hogar. Algo en ese ambiente hace que los pensamientos se me oscurezcan. Que él esté aquí, conmigo solos no ayuda. Max, su voz se quiebra apenas cierro la puerta, lo miro, su rostro sigue marcado por todo lo que vivió hoy. Por el miedo, por el cansancio, por el deseo que intenta ocultar. Ven, le digo no como una orden, no como un dueño, sino como alguien que está a punto de romperse si él no se acerca. Mateo da un paso, luego otro hasta quedar frente a mí, alzo su barbilla suavemente, ¿Tienes miedo de mí? Pregunto, sin apartar mi mirada, él traga saliva no de ti susurra, sino de lo que me haces sentir. Sus palabras me golpean como un puñetazo directo al pecho, me obligo a respirar. No quiero lastimarte le digo con brutal honestidad, pero tampoco puedo fingir que no te deseo. No después de lo de hoy. No después de escucharte suplicar por mí. Sus mejillas arden, como si el recuerdo lo consumiera, no fue un impulso, Maximiliano, murmura, no me equivoqué. Lo sentí y lo siento ahora. Mi control se quiebra un poco, lo atraigo hacia mí, despacio, dándole tiempo de alejarse si quiere, no lo hace, todo lo contrario apoya su frente en mi pecho. Puedo sentir su respiración alterada, su cuerpo temblando contra el mío. Hoy casi te pierdo, digo en voz baja, no sé qué hubiera hecho si te pasaba algo. Mateo levanta la cabeza. Sus ojos brillan, vulnerables y hermosos, estoy contigo dice, aquí nadie me va a quitar de tu lado. Me mira como si yo fuera lo único que le da seguridad en el mundo, y eso me destruye y me levanta al mismo tiempo. Lo tomo del rostro, su piel está tibia bajo mis dedos Osito, mi voz suena más rota de lo que quisiera. No sabes lo que provocas en mí él respira hondo, como si reuniera valor. Entonces no luches más susurra no conmigo. Algo en mí se incendia, lo acerco y apoyo mi frente contra la suya, respirando su aire, absorbiendo su olor. Mis manos bajan lentamente a su cintura, y él se pega a mí sin resistencia. Los dos respiramos como si no hubiera suficiente oxígeno en la habitación, Mateo le advierto, porque estoy a punto de perder todo autocontrol. Si sigo no voy a poder detenerme, no quiero que te detengas susurra. Sus palabras son gasolina sobre un fuego que ya estaba ardiendo, lo abrazo, fuerte, como si al soltarlo pudiera romperse, él desliza sus manos por mi espalda, aferrándose a mí como si fuera su refugio. Te necesito dice, temblando contra mi cuello, haz que esta noche no exista nada más, mi respiración se corta. Lo tomo del mentón, lo miro directamente a los ojos no habrá nada más, osito le prometo. Esta noche eres mío y yo soy tuyo. Nuestros labios se encuentran, no con la urgencia de antes, sino con una lentitud peligrosa, profunda, oscura. Un beso que sabe a confesión, a alivio, a refugio y a algo que ninguno de los dos podrá deshacer. Mateo tiembla, pero no se aleja al contrario, se acerca más, la chimenea arde detrás de nosotros. La cabaña queda envuelta en un silencio que sólo rompe nuestra respiración entrecortada, y ahí, en ese lugar donde nadie puede vernos, lo prohibido deja de ser un límite y se convierte en destino.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD