Tristeza.

1576 Words
Dickson Hudson. Las luces del bar se encuentran tan tenues que asemejan a una película de suspenso, miro la botella de vodka a la mitad y luego el vaso en mi mano. Nunca he sido de los que ahoga las penas en el alcohol, pero ella es mi mayor pena, tengo el corazón tan roto que no puedo ni siquiera recolectar los pedazos porque siempre que lo intento me faltan piezas. ¡Y solo lleva fuera diez horas! Me queda por sufrir toda la vida. Por esa razón le encargué a Nick que le dijera él mismo la verdad porque si me odiaba a mí, no podría con ello. Ahora simplemente no está aquí y no podemos ni siquiera visitarla, la orden de restricción es clara y precisa. Ni una llamada. No tengo claro de quien fue la idea, pero cuando lo tenga de frente le partiré la cara ¡lo juro! Observo el teléfono vibrar sobre la mesa y el nombre que aparece es el de Andrea, pongo los ojos en blanco porque no entiende que necesito tiempo para reponerme de este golpe tan fuerte. Dejo que vibre a sus anchas, en algún momento ella tiene que ceder o el aparato debe apagarse por batería. Mis lágrimas salen sin permiso al recordar su risa y lo atrevida que es. Sonrío. Lloro. Golpeo por enésima vez la mesa que agradezco sea tan fuerte, ya que de no ser así, estaría en el piso hecha pedazos bajo el yugo de mis puños. — ¡Quiero que vuelva! – grito al borde de la desesperación, agradeciendo también la intimidad del reservado. Una chica linda se acerca con toda la intención de entablar una conversación o alguna otra cosa, no quiero ver a nadie, pero no puedo ser descortés y menos con alguien que no conozco. ¿Verdad? por encima de todo soy un caballero. — ¡Hola guapo! - la recorro con la mirada, más descarado de lo normal. Sonrío. Ella lo hace de vuelta, mi vista cae en su escote, el que en otro momento me haría babear como pitbull ¡vaya, esta chica es linda! pero por ahora declino la invitación tácita que llevan sus bonitos ojos... ¿verdes? ruedo los míos, mi hermano está cerca. Caigo en la cuenta: rubia, pálida y con un cuerpo de diosa griega. Sonrío de nuevo negando y saca su labio inferior en un lindo puchero que también en otro momento me llamaría la atención. Por ahora y por el contrario... la despacho con un movimiento de la mano y se va. — ¡Vaya que estas jodido hermanito! - no me equivocaría nunca, mi hermano es demasiado predecible —. Tu entrepierna sufre ¿sabes? - resoplo una risa irónica. — Llévate la chica y déjame solo Nick, no deseo ver a nadie y menos... a ti - ríe sin humor. — ¿Es eso dolor lo que percibo en tus palabras hermano? - aprieto los labios ante su burla —. Sí, estas muy jodido - su voz ahora muy seria me alerta — ven cielo, sentémonos con mi jodido hermanito a ver si se le levanta el ánimo - cierro los ojos y gruño con fastidio. Niego —, no me iré, es mi bar favorito y este es mi reservado VIP, además de que esta chica está como para comérsela ¿cierto Nena? - escucho el ronroneo de la chica y giro un poco la vista. La besa tratando de provocarme, pero es imposible, no lo consigue y no es precisamente por el alcohol, la depresión de experimento en este momento me hace declinar cualquier proposición por muy linda que sea la chica. Giro de nuevo hacia el vaso y bebo un poco más del líquido transparente que hay en él. Escucho el bufido de mi hermano y acto seguido el ruido del sofá cuando se levantan. Siento su presencia detrás de mí y niego. — Como dije en algún momento y creo que nuestro tormento estaba presente: - dice con un tono tan neutro que es difícil adivinar si se encuentra serio o está sonriendo — le quitarías la diversión a un payaso de circo – sonrío sin humor. — No soy como tú Nick, no puedo simplemente dejar... – hago una pausa para detener el llanto que pugna por salir. Parezco un niño — pasar las cosas como tú lo haces – concluyo. — ¿Quién dice que las dejo pasar querido hermanito? – se sienta a mi lado en la silla que hasta este momento me percato que se encuentra ahí —. Es difícil para mí también ¿sabes? – exhala casi todo el aire de sus pulmones —, tú mejor que nadie conoce mis sentimientos hacia ella, ya que sentimos lo mismo ¿o no lo recuerdas? – asiento. No me había detenido a mirar su rostro aunque, no lo había visto en las últimas horas. Se le nota cansado, sus ojos ostentan unas ojeras violáceas alrededor y su expresión desencajada es evidencia de su falta de sueño porque se encuentra preocupado por algo que reconozco perfectamente como la ausencia de Caterina. — Lo recuerdo bien, pero no lloras, no te desesperas como, soy... débil – me dejo caer en el espaldar de la silla en la que me encuentro sentado, completamente derrotado. — El que no lo haga delante de otros, no quiere decir que no lo sufra d**k, estoy tan hecho polvo como tú ¡créeme! Solo que... soy mucho más egoísta y no me permito ser arrollado por mis sentimientos, solo son eso hermanito. Los controlo perfectamente – asiento, no puedo hacer nada más que eso ya que la envidia me carcome —. No creas que solo a ti te duele porque no me ahogo en alcohol, eso me ha traído muchos problemas hasta hoy y prefiero declinar, solo tragos sociales por el momento – sonríe sin que le llegue a los ojos. — Y aun así, el único que se encuentra jodido, triste y desolado... soy yo – suspiro entrecortado —. Me siento bloqueado e inoperante – alza las cejas al cielo. — ¡Vaya, si que soy fuerte hermano! – toma una bocanada de aire —. Creo que necesitas otra botella de vodka y un día más de luto – ahora sonríe insolente y atrevido, lo que me saca una sonrisa genuina. Y entonces nos traen otra botella... Nostalgia. Nickolas Hudson. — ¿Te vas? – asiente —. Tan pronto dejas el luto – me mira y le hago un guiño —, deberías tomarte unos días hermanito, tu expresión es de constipación todavía – río a carcajadas y él rueda los ojos. Se encuentra ebrio, sin embargo mantiene la compostura y lo admiro por eso. No me pasa desapercibida su mirada de desconcierto ante mi risa. — ¡Serás idiota! – espeta, pero sonríe —. Llevo dos días con la misma ropa, genio, por lo menos debo ir a ducharme – asiento con la nariz arrugada. — Entiendo ¡aquí te espero! – sacude la cabeza —. No le digas a nadie donde me encuentro por favor, no deseo ver a... — ¡Lorna! – decimos al mismo tiempo —. Descuida, tampoco quiero ver a Andrea – suspira cansado. — ¿Ya no te gusta ella? – asiente. — ¡Sí, es decir... sí, ella me agrada! – introduce las manos en los bolsillos del pantalón —. Es solo que... ¡bah, ya lo sabes! — Sí, es una mierda, lo sé – me incorporo en el sofá —, todo parece tan irreal que es imposible controlarlo, es más un... dolor de bolas – esbozo una sonrisa —. No quiero complicarme la vida con relaciones porque no soy un buen tipo hermanito, no soy bueno para nadie – me encojo de hombros. — Sí bueno, creo que esa chiquilla nos jodió a los dos por igual – asiento —, me gustaría saber cómo se encuentra, escuchar su voz... tal vez – suspira profundo —. No lo sé, solo quiero que esté bien – se encoge de hombros — ¡nada más! – asiento. — ¿Sabes quién formuló la orden de restricción? – niega. Me encojo de hombros —. No importa, ya lo averiguaré y haré lo posible para comunicarme con ella... — ¡Nick, no puedes hacerlo! – resoplo. — ¿Y por qué no? – pregunto como s fuese un niño. — Porque si existe una orden de restricción es para que no nos acerquemos ni nos comuniquemos con ella Nickolas – extiende los brazos con las palmas hacia arriba — ¡debes acatar las leyes, no puedes desobedecer! – levanta más la voz de lo que imagino que deseaba gracias al alcohol. — ¡Claro que puedo y voy a hacerlo! – me cubro con el brazo los ojos para hacerle saber que no voy a ondear en el tema —. Aquí te espero hermanito – escucho el bufido y luego la puerta cerrarse. Necesito saber de ella, soy de los que le gusta el control y tenerlo es mi delirio. La Gladiola es mía o nuestra, ellos no la quieren, la desecharon como si no les hiciera falta hasta que revisaron el testamento de su padre, es una mierda todo esto, pero ella volverá a nosotros como que me llamo Nickolas Hudson. ¡Eso lo juro!
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