Entre Dulce y Amargo. Saga hermanos Hudson.

Caterina.   Las lágrimas bañan mi rostro sin poderlas detener, no quiero estar aquí y no deseo irme con ellos. Amo a mi tía, pero no conozco a nadie más. Vi el auto de detención en unos videos por google de mis... padres por fraude, plagio de firmas e intento de asesinato, no comprendo mucho de eso, sin embargo reconozco cuando hay algo detrás de lo que simplemente vemos. La estancia en el Jet Familiar es casi asfixiante para mí, soy formalmente la heredera de la fortuna De Santis, soy la responsable de una riqueza que ni siquiera pedí, no lo quiero, no los quiero. Yo solo necesito el amor de los Hudson y la cercanía de mis dioses griegos para vivir tranquila. No preciso otra cosa.   — ¿Necesitas algo cariño? – indaga mi tía Ofelia preocupada por mi silencio —. Estas muy callada mi amor ¿seguro te sientes bien mi niña? – veo el gesto compasivo de Víctor y la expresión de asco en el rostro de la zorra desgraciada de Ornella.   — Ofelia, amor... ella está triste porque no es sencilla su situación – me observa con ternura infinita —. Dale tiempo para asimilarlo y que pueda... aceptarlo – las lágrimas me ahogan al acumularse en la garganta. No evito el sollozo y subo los pies en el asiento con las rodillas flexionadas para poder llorar en paz.   — ¡Ofelia por el amor de Dios! Solo está llamando la atención – escucho esa odiosa voz y mis alarmas se encienden, lista para atacar —. Seguro al llegar se le pasa todo entre el lujo que gozará, lo único que le hará falta serán los Adonis de los que disfr...   Me lance sobre ella en un movimiento del que nadie se percató golpeando con todas mis fuerzas su gruesa boca de la cual brotó sangre, luego tiro de su cabello para arrastrarla por el piso del avión entre los gritos de mis tíos. La detuvo el cinturón de seguridad, el que con mucha suerte no logró soltar Víctor. La azafata interviene para detener la pelea y cuando mi tío se libera aprehende mi cintura arrancándome de su cabellera, hilos del color del humo quedan presos entre mis dedos y una rabia infinita me atraviesa junto la frustración de que no me han dejado destrozarla.   — ¡Una sola advertencia maldita Ornella de mierda! – rujo tratando de liberarme —. Recula, la próxima vez no tendrás tanta suerte – mi garganta arde ante los gritos y la ira que me sofoca.   — ¡Quieta fierecilla, Dios! – Víctor me lleva hasta la habitación, no me suelta —. Aquí no Nena, ya tendrás tiempo para vengarte de ella, ahora es mal momento. Sé que no lo entiendes, pero en su momento te darás cuenta que ella es el menor de los problemas – trago el nudo grueso que atora mi garganta. Veo un aliado, pero también discierno detrás de sus palabras el peligro que me acecha.   ...        Ocho horas de viaje, cansino, desagradable y muy, muy fastidioso. Respiro y es un aroma diferente, no existe el aire al que estoy acostumbrada, es casi asfixiante. Mis tíos – eso incluye a Ornella – me instan a caminar hacia una limusina ridículamente grande y elegante con el escudo de la familia De Santis.   Al ingresar al vehículo quedo completamente embobada con la suntuosidad que ostenta. El escudo familiar se encuentra por todas partes, adornando los cojines de manera sutil ya que parece una sombra, en cada vaso que se muestra en el diminuto bar que se exhibe en el rincón de la limusina ¡ok, esto es completamente ridículo y pomposo! Ya que hasta el techo de la misma es ataviado por el lujoso e impresionante sello. Resoplo cruzando los brazos.   — ¿Todo bien pequeña? – miro Víctor que parece divertido con mi perplejidad —. No lo has visto todo, deja que lleguemos a la Mansión – bufo.   — Ya he vivido en mansiones y estoy harta de todo eso – se carcajea, pero su mirada es dulce, tierna.   Me ve como una hija, a pesar de que no nos vemos tanto, da la impresión de que él siempre ha estado muy cerca. Lo amo a pesar de todo, a mi tía Ofelia más aún porque han sido los únicos – fuera de mi familia putativa, los Hudson – que me han tendido la mano en momentos críticos. Ahora se encuentran conmigo y eso lo agradezco mucho.   — No como en esta cielo, es lo más esplendido que veras nunca – señala mi tía con un orgullo tal, que casi nos echa del auto.   Pongo los ojos en blanco, mi tío le propina un codazo en el costado a su más que orgullosa esposa y ella le sonríe dulcemente, no puedo evitar sentir amor por ellos, pero por nadie más.   — Creo que te gustará pequeña, los jardines son una pasada y el patio trasero es... simplemente genial – compongo una sonrisa que no se vea falsa.   — Tío... yo no soy una adolescente normal a la que le gusta lo bonito, soy más bien – golpeo mis labios antes de responder — lo que llamaríamos una chica del montón, sosa y con mal gusto – alza las cejas.   — Sé lo que sientes al respecto, no te culpo por ello...   — ¿Ah sí, lo sabes, estás seguro? – me mira mosqueado —. Intuyo entonces que comprendes lo que es ser abusada sexualmente por alguien en quien confiaste en algún momento de tu vida – suelto venenosa, su expresión cambia al instante —. Luego de ser secuestrada por unos desgraciados que pretendieron venderte al mejor postor y robar lo que te pertenece – respira tan hondo que sus ojos se humedecen — ¿lo sabes? – indago furiosa — ¿sabes lo que se siente que te arranquen de raíz de donde te aman? Personas que ni siquiera son de tu familia y que te han apoyado más que si lo fueran ¿en serio lo sabes? – me descargo con él y recibe mi furia con una expresión comprensiva.   A este punto ya lloro desconsolada como si alguien hubiese muerto ¡ah, sí lo olvidaba! Mi corazón se quedó en Manhattan, con los Hudson, estoy muerta en vida.   — ¡Cielo!   — ¡Sí, bueno, eso pensé! – le dedico mi sonrisa más falsa y me obligo a mirar el maldito paisaje derramando lágrimas de dolor, angustia y frustración.   El trayecto se hizo en un silencio tan ensordecedor que me daban ganas de ponerme a gritar por la frustración y toda la rabia que me estaba consumiendo en ese momento. Jamás había sido tan infeliz, ni siquiera el día en que la mierda de porquería que creía mi tío, me abusó porque me di de bruces con un torso tan cómodo y afable que, aunque me ha sido imposible olvidar, si me hizo las cosas más sencillas ¡lo extraño tanto!   ¡No es justo que me hagan esto!   ¡Quiero volver a estar con ellos!   Estas personas van a odiarme, estoy segura de que les haré la vida cuadritos y me devolverán a Manhattan más o menos la primera quincena.   Por los momentos, solo fraguaré mi plan.