En aquel preciso instante, Laura quedó completamente desconcertada, sus pensamientos se revolvieron en un mar de incertidumbre. Trataba frenéticamente de asimilar la inesperada propuesta de su jefe. —Si, Laura cásate conmigo— declaró su jefe, el doctor Antonio, con voz temblorosa, revelando una vulnerabilidad inesperada que nunca había visto antes en él. Las palabras resonaron en el aire, suspendiendo el tiempo y dejando a Laura sin aliento. Su mente luchaba por procesar la magnitud de lo que acababa de escuchar. Confundida y plagada de inseguridad, se atrevió a articular sus dudas, sumida en un estado de shock. —¿Co-cómo dice? ¿Usted quiere que seamos marido y mujer? ¿Que nos casemos? —preguntó con un temblor evidente en su voz, con la incredulidad pintada en su rostro. La tensión en

