En un lugar alejado de la ciudad, a las tres de la tarde, en las sombras de la clandestinidad, se encontraba el corpulento Goliat. Anclado en una partida de póker, se deleitaba con cada movimiento de las cartas mientras el suave humo de su cigarrillo serpenteaba a su alrededor.
—Mañana mataremos a Vladik, nunca consiguió a la zorra que me hirió—soltó el humo de su cigarrillo—Ya han pasado con esta tres semanas y nada que la encuentra. Creo que he sido paciente.
—¡Desplegaremos al equipo de nuestros hombres señor—dijo uno de sus trabajadores— y buscaremos a la mujer!
En ese instante Goliat, con su imponente presencia y su mirada desafiante, demostraba una tranquilidad aparente mientras veía su mazo de cartas. Tomó un sorbo de Whiskey con su otra mano mientras con la otra veía las carta
