Aquel domingo por la mañana… Eran las siete de la mañana y el olor a panqueques con canela impregnó la habitación de Laura, quien yacía aún en su cama. Poco a poco, entreabrió sus ojos mientras disfrutaba del delicioso aroma que se filtraba hasta sus fosas nasales. —Mmmm, huele delicioso —susurró, dejando escapar un suspiro de satisfacción. De repente, sus ojos se abrieron de par en par y, movida por la ansiedad, se levantó de un brinco en la cama. En su idioma, murmuró con impaciencia: —¡Me quedé dormida! ¡Le dije al doctor que prepararía su desayuno! Parece ser que Antonio se le había adelantado. El hombre se encontraba feliz, ya que en su mente consideraba a Laura como su novia y siempre había soñado con cocinarle a una mujer, que no fueran sus familiares, en su vida. Sin perder ti

