Profesionalismo puesto en duda

1301 Words
Al llegar al área de tratamiento, al no ver a ninguna persona en el cubículo indicado como el lugar donde le aplicará el tratamiento a su apaciente, Fabiana se dirigió hasta el fondo de ese lugar, que es donde está el lockers cuya responsabilidad tiene sobre sus hombros. Con la rapidez que la situación apremiaba, abrió la carpeta contentiva del historial clínico de su paciente, leyó con atención el tratamiento que debía aplicar y las dosis indicadas, así como su nombre y la edad; luego ello hizo a un lado la carpeta, abrió la puerta del lockers y sacó lo necesario para preparar el tratamiento. Justo cuando dispuso todo sobre la mesita rodante que usaría para auxiliarse escuchó detrás de sí unas voces, entre ellas, una voz gruesa y firme de un hombre. Suponiendo que son la personas por las que está esperando, dejó todo sobre la superficie de la mesa, giró sobre sus pies y se encaminó de regreso al área de tratamientos. —Buenos días —Fabiana saluda a un hombre y una mujer que se encuentran abrazados a de espalda a ella. Los ve voltear lentamente hacia ella. Con detenimiento puedo ver a una mujer delgada de rostro hermoso, similar al de una muñeca de porcelana, de ojos verdes tan vivos como las plantas al resplandecer el sol y recién bañadas de rocío, cabello largo y abundante, esparcido en ondas brillantes por toda su espalda y el brazo de su acompañante que la rodea por el cuello, acunándola en su pecho, parece a una adolescente. Si en su historial médico no estuviera indicada su edad, fácil pudiera hacerla pasar por una chica de unos dieciséis o diecisiete años. Ni hablar de su acompañante, Fabiana tuvo que bajar la mirada para no delatar la fuerte y agradable impresión que le dio la imagen del hombre. Tan perfecto, mirada fría y con un dejo de ternura recién expresada, alto, con una presencia imponente que domina el pequeño espacio. Aunque está acostumbrada a recibir a todo tipo de pacientes y acompañantes, reconoce que la presencia de este hombre en específico es de esas que por más profesional que en su rol de enfermera intente mantener, en ocasiones es difícil ignorar. Este tipo de hombres son de los que desconcentran a cualquiera, distraen al punto de olvidar todo alrededor. Y esto es precisamente lo que sucede ahora. —Grrr… —Fabiana escucha a alguien aclararse la garganta. Apenada reacciona, pues justo es su objeto de distracción el que llama su atención. —¡Qué pena! —Se excusa Fabiana sintiéndose avergonzada por su distracción—. ¿Es usted la señora Fabiana de Useche? —Pregunta volviendo la mirada hacia la chica que yace casi colgada al pecho del hombre que por momentos la distrajo. —Sí, señorita, es mi esposa —Contesta el hombre de manera educada en lugar de la chica—. En la recepción nos informaron que recibirá los tratamientos en esta área y sería atendida por… —Aguarda un momento mientras se saca un papel del bolsillo de su chaqueta y en seguida lee en él—, la Licenciada Fabiana Madriz. —Soy yo —Se identifica—. Bienvenidos. Pasen por aquí —Les pide y se da vuelta para avanzar hasta el cubículo que le corresponde. Al llegar al lugar indicado, iba a comenzar a darles la explicación de rigor, sin embargo, logró percibir que, ni siquiera sintió los pasos o la presencia de ambos detrás de ella. Se dio la vuelta para ver donde pudieran estar y certificó que permanecen en el mismo lugar observándola con cierto recelo, con desconfianza. Esta clase de reacciones no son nuevas para Fabiana, en la vida y sobre todo, en el curso de su formación y ahora en el ejercicio de su profesión, le ha tocado enfrentarse a todo tipo de personas, entre esas, quienes no creen en ella por su condición, por ser de talla baja. Como si el nivel de conocimiento viniera dado por la estatura. —¿Sucede algo? —les pregunta Fabiana arqueando una ceja. Aunque procura mantener la profesionalidad, es un ser humano y como tal, en seguida estas situaciones son pasan desapercibidas y mucho menos dejan de alterarle, aunque luego siempre busca la manera de lograr que las personas cambien su percepción hacia ella como profesional. —Eh…, eh, disculpe —Habla el hombre—. ¿Escuche bien? ¿Es usted la persona que se encargará de llevar los tratamientos de mi esposa? —Le inquiere con evidente incredulidad no solo en el tono de la voz sino en la expresión de su rostro. Si hubiera querido disimular su rechazo, no hubiera podido hacerlo, ya la piedra fue lanzada, ya en su gesto dio a entender su tota rechazo y desconfianza hacia ella. —Efectivamente, señor Useche —Afirma Fabiana con la seguridad que la caracteriza—. Soy la Licenciada fabiana Madriz, la persona designada para llevar los tratamientos de su esposa. —Es que.. es… —Aduce César mirando a su esposa y luego vuelve la mirada hacia la chica de baja estatura que tiene al frente de ellos. —Señor Useche, si tiene alguna observación, puede ir a la Dirección y planteársela al doctor Méndez —Suspira al parecerle tedioso tener que pasar nuevamente por lo mismo—. Él sabrá darle una respuesta satisfactoria a lo que parece lo mantiene confundido; o en su defecto, resolverle la confusión por al que parece estar pasando. Mientras tanto, le pido por favor ayude a su esposa a ubicarse en el sillón. Debo cumplir con el tratamiento que le fue indicado, mientras vaya al ala norte, allí está la dirección del hospital —Sin sutilezas le indicó con la mano por donde guiar a la chica que se veía agotada—. Sí me disculpan unos segundos, voy por el tratamiento —Les dice Fabiana y se pierde por una puerta que está justo al lado de la entrada del pequeño cubículo. Haciendo caso a lo que la chica le acaba de sugerir, César llevó a Arianna, su esposa, hasta el cubículo, la ayudó a sentarse mientras intercalaba su mirada entre ella y hacia su lado izquierdo en busca de la chica que dice ser la enfermera que acompañará a su esposa en este proceso. Impactado no solo por su estatura, sino también por la determinación en su voz, se quedó callado mirando a la puerta, totalmente desconfiado de poner en manso de una persona que no le genera confianza la salud de la persona más importante de su vida, su adorada Arianna. —Amor, ¿Qué te sucede? —Le inquiere Arianna que ya se encuentra cómodamente sentada en el sillón, al tiempo que alza la mirada para observarlo directamente a los ojos. —Es que.. —Se queda pensativo—. No me genera confianza esta chica. —¿Por qué razón? —Cuestiona Arianna—. ¿Por su estatura? —Iré a hablar con Méndez, merezco una explicación a esto, pedí a una de las mejores —Le responde César ignorando su pregunta. Casualmente Fabiana venia ingresando en el área. —Está en todo su derecho de pedir las explicaciones que a bien tenga, y si es su deseo, pedir los cambios que desee —Le contesta Fabiana en tranquilidad, lo cual en cierta forma le pareció odioso a un César acostumbrado a que nadie le lleve la contraria, ni mucho menos cuestionen sus opiniones—. Todo sea por la salud, por la mejoría de su señora esposa —Fabiana guarda silencio para tragar grueso buscando controlar su enfado—. Sí me permite, debo cumplir con mi trabajo —le pide Fabiana señalándole le de un espacio para comenzar a aplicar el tratamiento.
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