César ante la actitud prepotente de la chica que tiene al frente, totalmente enojado y sin mirar a su esposa, giró sobre sus pies y salió de la sala de tratamientos. Ni siquiera avisó si volvería o no.
La osadía de la chica al contestarle de la forma que lo hizo, le enfadó de modo tal que si ya desconfiaba de ella de ser la persona indicada para llevar con la responsabilidad y la diligencia que exigió del profesional que pidió para que atendiera de manera exclusiva el control de los tratamientos de Arianna, ahora menos la quiere cerca de su esposa.
Mientras avanza por el pasillo, piensa que una persona con tan mala disposición para tratar a quien determinará si es apta o no de recibir los reconocimientos que generan el cargo que viene ocupando, no sirve para estar en ese hospital.
El nivel de malestar que siente no le permite ver a los lados. Camina por los pasillos que conducen al ala norte de la edificación de seis pisos que conforman el hospital, con actitud de querer acabar con el mundo, lo cual no pasa desapercibido por las personas que se encuentran en los espacios por los que ha transitado hasta llegar al área de la dirección.
—Buenos días —Saluda mostrando su enfado—. Necesito hablar con el doctor Méndez.
—Buenos días, Licenciado Useche —Le contesta la secretaria, desplegando la sonrisa que suele ofrecerle cada vez que lo ve.
Como la gran mayoría de las mujeres que lo ven, queda totalmente hipnotizada por el sexapil que lo caracteriza, e incluso molesto, aumenta ese imán que atrae a las del sexo opuesto.
—¿Está o no el doctor? —Le pregunta dando un leve golpe a la puerta donde quedó parado al llegar a esa área al verla distraída.
—Sí, sí se encuentra—responde esta nerviosa—. Ya lo anuncio.
Cegado por la ira repentina, giró sobre sus pies y salió hacia el pasillo, avanzó varios pasos repetidos dentro de la misma área al sentirse impaciente.
—Licenciado —Lo llama la secretaria desde la entrada—. Puede pasar.
—Gracias —Le responde César e ingresa a la recepción como un huracán.
Sabiendo que no puede llegarle al doctor con actitud de guerra, respiró profundo antes de girar el picaporte y luego empujó la puerta.
—César —Lo saluda el doctor sentado al otro lado de la silla que está detrás del enorme escritorio—. ¿Qué sucede? ¿En que te puedo ayudar? ¿Ya está siendo atendida tu señora?
—Precisamente por eso vengo —Le responde César parándose al frente del escritorio.
—Dime ¿En qué más pudiéramos ayudarlos? —Pregunta el doctor mirándolo con preocupación al percibir malestar en su expresión y el tono de su voz.
—¿Cómo se te ocurre poner la salud de mi esposa en manos de esa chica? —Lo cuestiona con brusquedad. Quiso contenerse pero el enfado que siente lo supera.
—¿Qué sucedió? —Le responde sorprendido el doctor Méndez—. Fabiana es una de nuestras mejores profesionales en la enfermería y específicamente en la atención de pacientes oncológicos.
—No la quiero con mi esposa, no confío en esa chica, dudo que logre su mejoría —Acusa César.
—¿Qué te hace llegar a esa conclusión? —Le inquiere el doctor extrañado.
—Es que ella, es… —El doctor lo interrumpe al presumir sus razones.
—Eh, eh, ja, ja, —El doctor sonríe sutilmente—. Ya va, César, ¿No te estarás dejando llevar por las apariencias?
—Es evidente que esa chica no logrará ayudar a mi esposa a superar esta etapa —Asume de manera irresponsable—. Te pido que la sustituya por una que sea más apta.
—Disculpa que te contradiga César, pero la mejoría o no de los pacientes depende más que de los profesionales que los atienda, también de la disposición de ellos y sus familiares. Bueno, además del organismo de cada paciente y la posibilidad de responder de manera positiva a los tratamientos —Suspira pensando que agregar en defensa de la chica. No es la primera vez que sucede esto, pero sí la primera vez con el principal asesor legal del hospital, a quien entiende debe mantener contento—. De Fabiana, puedo decir que es una de nuestros profesionales con más disposición a colaborarles en esto, sobre todo de quienes se encuentran en la situación de tu esposa —Le aclara el doctor—. No es algo que solemos hacer, pero estoy en total disposición de mostrarte el historial curricular de ella, te sorprenderá ver su trayectoria.
Al ver que César le dio la espalda con las manos en las caderas mientras flexiona el cuello dando movimientos circulares, el doctor Méndez decidió guardar silencio dejando que sea él quien diga lo que quiera en respuesta.
—Le sugiero —Habla nuevamente el doctor Méndez al ver que se mantiene aún en silencio—, antes de juzgarla, le de la oportunidad de que le demuestre cuán profesional es y, por sobre todo, lo calificada que está para atender no solo a su esposa sino a cualquier paciente en situaciones tan críticas como la que ustedes están afrontando.
—¿Has de creer que fue grosera conmigo? —Denuncia César en actitud aun molesta.
—¿Fabiana? —Inquiere una vez más el doctor sin poderle creer—. No lo creo de ella. Fabiana es una de las chicas más educada, respetuosa, y receptivas entre el personal.
—¿Por qué razón habría de mentir con esto Méndez? No quiero a la chica con Arianna —Pide en forma tajante—. Me iré a tomar algo mientras se me pasa el malestar. Espero que para la siguiente sesión ella no esté acompañado a mi esposa —Aduce sin ninguna sutileza, como si el doctor fuese un empleado más al cual puede darle órdenes—. Ah, y que reciba mínimo un llamado de atención por su osadía, ¿Acaso usted no le dijo a quienes está tratando?
—Por supuesto que se le informó sobre todos los detalles de la salud de su esposa y de quienes son ustedes —Le responde el doctor.
—Al parecer no vio la relevancia de ello —Contesta César ya en la puerta.
—Hablaré con la Licenciada Madriz, algún mal entendido debe haber aquí —Promete el doctor al verlo salir de su oficina hecho una furia.
—Eso espero, o si no, su hospital verá comprometida su trayectoria si demando por mala praxis —Le contesta César desde la distancia.
Dado el contenido de esta amenaza, el doctor Méndez suspiró profundo esperando que esto sea solo una confusión.
—Ana Luisa —Llama a su secretaria por el teléfono interno.
—Dígame doctor —Le responde este en seguida.
—Llame al área de enfermería del área de tratamientos y pide que le informen a la Licenciada Madriz apersonarse a mi oficina al culminar la guardia con la señora Useche, por favor —Le ordena y cuelga la llamada en seguida.
Luego de ello, el doctor Méndez recuesta la cabeza en el espaldar mientras piensa que no puede ser precisamente Fabiana quien ponga en duda la credibilidad que el hospital se ha ganado en pacientes con cuadros clínicos tan complejos como el que presenta la esposa del Licenciado Useche. No Fabiana.
Convencido de que esto no pudo haber sido más que un mal entendido, decide continuar con lo que venía haciendo antes de ser interrumpido por el abogado Useche.