— Vaya, que buena recompensa me lleve por enseñarte a manejar. Le sonreí entonces nos bajamos del carro, ambos íbamos tomados de la mano. Varias personas nos miraban pero ya no tenía más sentido ocultarlo, era su esposa y deseaba decírselo a todo mundo. — Abran varios rumores ahora en el laboratorio. — No me importa, eres mi esposo y quiero que todos se enteren que el soltero más codiciado del laboratorio desde hace mucho tiempo dejó de ser libre. — ¿Estás marcando tu territorio amada esposa mía? — Supongo que si, a ti no te comparto con nadie. Al entrar al laboratorio nos encontramos con Dylan. — ¿Pero qué hacen aquí? Aún tienen el resto de la semana libre. — Venimos para invitarlos a comer, finalmente logré manejar así que lo celebraremos. — Bien, llegaremos a su casa yo le diré

