+++ Apenas Ana estacionó frente a mi casa, lo vi. Viktor estaba ahí, apoyado en su Lamborghini, con las manos en los bolsillos y esa sonrisa media torcida que usaba cuando planeaba algo. Algo que claramente me iba a arrastrar a su mundo de locuras. Ana me lanzó una mirada rápida antes de bajarme. —¿Vas a estar bien? —No lo sé —dije, abriendo la puerta—. Pero seguro va a ser interesante. Ella se rió, me hizo un gesto cómplice con la ceja y se fue. Y entonces, caminé hacia él. —¿Y tú qué haces aquí tan misterioso, Viktor? Él se acercó dos pasos, como si lo hiciera con cuidado, como si tuviera que decirme algo peligroso, importante… o simplemente, muy inconveniente. —Necesito tu ayuda —susurró con urgencia. —¿Ayuda? —arqueé una ceja. —Mis padres han puesto cámaras en toda mi casa. E

