Ahora él estaba tendido en la cama, con el cuerpo sudoroso, los músculos aún tensos por lo que acabábamos de compartir. Lo vi respirar agitado, con el pecho subiendo y bajando de forma desordenada, como si aún intentara entender lo que acababa de pasar. Yo tampoco podía. Pero algo en mí, algo muy profundo y rebelde, quería más. Me subí sobre él con lentitud, mis piernas rodeando su cuerpo, mi cabello cayendo como cortinas alrededor de su rostro. Mathis abrió los ojos apenas sentí mi peso sobre él. Me miró con esa intensidad peligrosa, con esa mezcla entre ternura y lujuria que me hacía olvidar quién era. —¿Creías que habíamos terminado? —susurré con una sonrisa ladeada. Su sonrisa fue pura provocación. —¿Tú crees que puedo cansarme de ti? Mi mano bajó por su pecho, despacio, sintiendo

