+++ Entrando a casa, arrastrando los pies, la pijama colgando de mi cuerpo como prueba de la noche pecaminosa que dejé atrás. Apenas cruzo la puerta, el silencio me da una bofetada suave… hasta que lo veo. Niklas. Tirado como un lord del drama en el sillón, brazos cruzados, mandíbula apretada, los ojos que lanzan cuchillos. Y ahí, enfrente de él, en el otro sillón: Saskia, su prometida, con los ojos rojos como si hubiera visto la tercera guerra mundial y hubiera salido perdiendo. —Buenos días —solté con esa voz neutra que uno usa cuando entra en un campo minado emocional. Una parte de mí quería devolverme y salir corriendo a casa de Ana, o mejor aún, volver a la cama de Mathis y que volviera a arrancarme la ropa. —¿Y tus padres? —pregunté, mirando alrededor como si esperara que saliera

