Estallé. Y lo peor es que no debí hacerlo con Niklas. Lo sé. Pero las palabras a veces no tienen retroceso. Se escapan como si llevaran prisa, como si ya no soportaran el encierro dentro del pecho. Y en lugar de estallar contra mamá o papá, los verdaderos responsables de esta farsa de vida que me empujaron a vivir, exploté con él. Con Niklas. Porque estaba cerca. Porque habló. Porque me miró con esa mezcla de compasión y deber fraternal que detesto.
—Yaaa… —dijo él con un suspiro, después de mi tormenta—. Vámonos. Dejemos esta pelea, jamás llegarás caminando hasta la clínica con esos tacones de drama queen.
Me detuve. Cerré los ojos. Con fuerza. Queriendo detener el mundo por un segundo, congelarlo. Me pasé la manga por las mejillas, limpiando las lágrimas antes de que se secaran en mi p
