Las palabras me cayeron como una bofetada. Me separé de golpe, sin violencia, pero con un vacío en el estómago. —Mierda… —dije, soltándolo—. Mierda, mierda, mierda… Me limpié las lágrimas con torpeza, sintiendo cómo la rabia volvía a treparme por la piel. —Vamos a disfrutar —dije, sin mirarlo, como si estuviera dándome una orden a mí misma—. No me acostaré con ese hombre por la rabia que siento con Mathis. No voy a hacerlo. Y bueno… disfrutaré. Viktor me miraba como si ya conociera el final de esta historia. —Pero si ves que me resbalo… —dije, señalándolo con el dedo—, méteme y enciérrame en una habitación. Porque la locura que llegue a cometer será por el licor y por la rabia. Y por la tristeza de quedarme sola. Tragué saliva. —Viktor… él me ha dejado sola. Así como mis padres me d

