++++++ Yo la miré con media sonrisa, cruzada de piernas, con el cinturón aún puesto y el cabello todo despeinado gracias a Mathis, claro está. Me acomodé un poco en el asiento y solté con una voz chillona y burlona: —A lo que te voy a contar, ¿eh? Ana me levantó las cejas con una mezcla de cansancio y curiosidad. Esa expresión que dice: “Dios, ya no sé si quiero saber o si me va a dar un infarto”. —Mathis quiere que vaya con la ginecóloga. —Le solté así sin anestesia, ni preludio. Ana se me quedó viendo como si acabara de decirle que me iba a ir al Tíbet a meditar con un gurú que habla con cabras. —¿Qué? —chilló. —¡Sí! —le grité emocionada, llevándome las manos a la cara como si me acabaran de pedir matrimonio—. Después de que folláramos, no recuerdo cuantas veces —hice una pausa dr

