Capítulo II

887 Words
Nos encontrábamos en el jet privado, con destino a Italia. Ese día, velaban finalmente el cuerpo de mi padre. Audrey se había enterado sobre ello, claramente. Estuvo dispuesta a quedarse conmigo en todo momento, a pesar de que aún no habíamos tenido el tiempo suficiente de charlar de maners adecuada sobre todo. No obstante y a pesar de ello, tenía en cuenta de que Audrey ya se había hecho algún tipo de idea luego de oírnos hablar con mi hermano. A pesar de encontrarse junto a mi todo el tiempo, se comportaba algo distante y dispersa. En esos momentos, se encontraba sentada frente a mi, sin querer hacer contscto visual. Su mirada café se mantenía atenta en ver las nubes que rodeaban el avión y se veían por la pequeña ventanilla. _¿Qué sucede? Pregunté, al percibirla tan incómoda. Ella finalmente giró su cabeza para obsrrvarme, negando levemente con una mirada neutra. _Nada, por el momento. Sólo necesito que me prometas algo. Levanté una ceja, observándola. _¿Qué cosa? _Luego del funeral, te encargarás de ponerme al tanto sobre qué está sucediendo, Ian. Apretó levemente sus labios formando una línea recta. Estaba bien, y entendía que tuviese esa reacción, porque no negaría que yo podría estar igual o peor ante esa incertidumbre. Asentí con mi cabeza, mientras tomaba una de sus manos y levantaba mi mirada para verla a los ojos. _Lo prometo. Apenas terminemos con esto, tú y yo tendremos una larga charla. Te doy mi palabra al respecto. Ella escuchó en silencio, y luego asintió con su cabeza, relajando un poco sus músculos, que se encontraban algo tensos al principio. _De acuerdo. Confío en ti. _Y yo realmente aprecio eso. No te decepcionaré. El resto del viaje lo pasamos en silencio. Audrey tomó una pequeña siesta mientras yo sólo miraba por la ventana, pensativo. Aún se sentía irreal, ajeno y lejano el hecho de que estuviese dirigiéndome al funeral de mi padre. Sobre todo, ante el hecho de que había hablado con él hace apenas una semana atrás. Sumado a ello, el sentimiento dicotómico que me dió al saber que tenía como última voluntad que me haga cargo de toda la mafia, era sin dudas agobiante y no podía parar de pensar en ello. En las posibilidades de cada decisión que pudiera tomar. En los pros y contras, y en el hecho de saber que a pesar de decirle a Audrey toda la verdad, no era garantía para que se quedara de igual manera. Y no la culpaba por aquello en absoluto. Luego de dos horas y media de vuelo llegamos a Italia, en una pista de aterrizaje cercana a mi casa. Allí, junto a dos camionetas polarizadas, Froy aguardaba por nosotros fuera de su auto. Vestía todo de n***o, y unos lentes de sol grandes y oscuros tapaban casi la mitad de su rostro. Nos dió a ambos un silencioso saludo con su cabeza y nos metimos al auto. El viaje fue en silencio, sin ningun indicio de conversación. Lo comprendía y de hecho, yo tampoco me encontraba con demasiados ánimos para entablar una conversación. Mi cabeza se encontraba demasiado dispersa para ello, sin duda alguna. Llegamos hasta el frente de mi casa, dónde una fila eterna de vehículos rodeaba la entrada. Había una cantidad inmensa de gente, incluso personas las cuales no conocían su identidad pero parecían encontrarse sbatidos ante la triste noticia. Entramos, observando como el cajón de él se encontraba al final de la habitación, pero ubicado de una manera en la cuál apenas cruzaras el umbral de la puerta te rncontraras con él. Titubeé un poco, y luego de que Froy palmeó mi hombro alentándome giré mi cabeza hacia Audrey. _Enseguida vuelvo. Iré a despedirme de él. Ella asintió comprensivamente, y la dejé allí mientras caminaba por el camino hecho hacia él. El corazón me latía con una fuerza que me hacía sentir que en cualquier momento salís disparado de mi pecho. Mis manos temblaban y sudaban levemente. Me encontraba nervioso de saber lo que me encontraría. No tenía el ataúd completamente abierto debido a que lo habían baleado en el estómago reiteradas veces-al menos, según el informe forense- y por lo tanto, decidieron que sólo mostrarían su rostro. Me acerqué hasta quedar frente a él. Allí estaba, postrado con sus brazos ceuzados sobre su torso. Sus párpados cerrados y una inexplicable expresión de paz se fundían en su rostro. Su piel se veía más pálida de lo normal. Y ahí estaba, frente a mi , muerto. Toqué su mano fría. Ya se había ido hace mucho tiempo, y sabía que no servía de nada hablarle a un simple cadáver vacío, pero de todas formas me acerqué a hablarle. _Sea donde sea que te encuentres, quiero que sepas que me ha quedado pendiente pedirte perdón ante mis actitudes. Ojalá en algun momento la vida (o la muerte, mejor dicho) nos dé la oportunidad de reencontrarnos nuevamente. Descansa padre. Tu misión aquí terminó. Y ahí nomas, apenas terminé la última oración me desarme sobre el ataúd, en un llanto desconsolado que nunca había tenido antes. Siquiera creí tenerlo cuando mi mamá había fallecido. Era todo el llanto lleno de culpa, de rabia y arrepentimiento dejando mi cuerpo a través de amargas lágrimas que caían sobre el ataúd de madera.
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