En su sueño, cargado de orgasmos, los hombres de su fantasía se transformaron en Josh Craig, quien la levantó y la ató a un poste de azotes. La fantasía era tan real en su mente, con su sonrisa burlona dibujada en su rostro mientras la llamaba zorra sucia, la humillación de la escena resonando en su mente alimentando su coño caliente una y otra vez. Casi podía sentir los latigazos abrazando el dolor, sabiendo que se lo merecía. Aceptaría cualquier cosa que él le diera mientras los insultos humillantes llovían sobre ella. —Oh, Dios —gimió contra la almohada, con la mano arañándose el clítoris de nuevo mientras el Josh Craig de la fantasía la separaba del poste y la arrastraba a los corrales de esclavos, retorciéndose de dolor y humillación.
Finalmente, quedó completamente agotada y dolorida por el ejercicio que se había dado. Sabía que necesitaba sexo de verdad con un hombre de verdad y lamentaba haber roto con su anterior novio, quien inevitablemente había caído en el coqueteo de su madre. ¿Por qué la maldecían por ser la hija común y corriente de una madura sexy como Andie? Peri gimió contra la almohada; tal vez era hora de ceder y dejar que su madre la transformara de nuevo. Aunque había tenido resultados desastrosos en el pasado.
Nunca podría ser como Andie, alta y con curvas perfectas. Peri era bajita y regordeta. Tenía las curvas de su madre, pero con su físico parecía eternamente regordeta, incluso con las dietas más estrictas. Su cabello castaño claro tenía unas ondas rebeldes. Lo solucionaba recogiéndolo con severidad, dejando solo un flequillo fino para ocultarlo.
Peri, renunciando a dormir, se levantó de la cama y se dirigió a la cocina, pensando que una bebida fría podría calmar su imaginación febril. Tras beber, estaba sentada en la sala a oscuras, pensando en su último proyecto de investigación para Josh y cómo afectaba sus sueños, cuando su madre entró tambaleándose y encendió la luz, lo que hizo que Peri gritara y se protegiera los ojos:
—¡Mamá!
—Ay, lo siento, nena. —Su madre apagó la luz y se acercó de puntillas, desplomándose en el sofá junto a ella—. ¿Qué haces despierta?
—Sólo estaba pensando en una investigación en el trabajo —miró a la hermosa mujer que estaba a su lado.
—Oh nena, tuve la mejor noche... —Andie se lanzó a su última aventura s****l y Peri escuchó distraídamente.
—Sabes que esto no es algo que deberías compartir con tu hija, ¿verdad? —Peri interrumpió el relato explícito de su madre.
Andie tuvo la gentileza de parecer avergonzada por un momento.
—Andie —empezó Peri, ya casi no la llamaba madre a menos que la regañara—, dejas que te azoten, ¿verdad? ¿Y el resto del b**m? ¿Te gusta?
Los ojos de Andie se iluminaron.
—¡Oh, sí! —dijo con aire soñador—. Hombres que controlan y tratan a una mujer como tal.
Luego miró a su hija con astucia:
—¡Has conocido a alguien nuevo! ¡Cuéntamelo todo! ¿Cuándo podré conocerlo?
—No, no es así —se sonrojó Peri—. Además, difícilmente voy a traer a alguien que me interese a casa para que conozca a la puma otra vez, ¿verdad? —su voz estaba llena de desdén.
Para su crédito, Andie parecía avergonzada.
—Lo siento mucho, cariño. Ojalá no hubiera pasado, de verdad. No volverá a pasar. Te lo prometo. Era un cabrón, de todas formas. De hecho, te salvé. Perdóname, cariño —la suplicó.
—Está bien —cedió Peri aunque sabía que no estaba bien—. Si me iba a engañar, lo habría hecho de todos modos. Habría sido mejor si no fuera contigo. Así podría tener a alguien a quien odiar.
—Yo también te quiero, nena —Andie abrazó a Peri con fuerza—. Ooh, espera un segundo.
Andie se fue a su habitación, quitándose los zapatos y rebuscando en su estantería antes de volver.
—Toma, lee esto —le lanzó un librito a Peri—. Dicen que es una historia real y probablemente te ayudará muchísimo con tus preguntas. ¡Tiene más que solo azotes! Es una historia muy excitante.
Andie le guiñó un ojo a Peri y regresó a su habitación.
—Nos vemos mañana —la siguió su risita mientras la puerta se cerraba.
Peri encendió una tenue lámpara de mesa y miró el libro que tenía en las manos. Un ejemplar bien leído de la Historia de O la miró. Intrigada por la evidente emoción de Andie, lo abrió y empezó a leer. —Ella consintió este abuso —le daba vueltas en la cabeza mientras leía—, por amor.
La verdad es que la historia la confundía. Las escenas en el Roissy donde O era golpeada, follada y golpeada de nuevo la intrigaban extrañamente en lugar de repelerla.
A las 6 de la mañana, con más calor y más molestias que antes esa noche, Peri marcó la página en la que estaba y fue a ducharse y vestirse para ir a trabajar. Le gritó a su madre que se despertara mientras pasaba por su habitación en ambas direcciones:
—¡No me hagas entrar ahí con agua fría! —gritó Peri.
Diez minutos después, Peri puso los ojos en blanco cuando su madre entró cojeando en la cocina, alegando que era alérgica al champán:
—No sé qué es. Cada vez que bebo champán, termino con moretones en las espinillas.
—Porque eres un borracho torpe —murmuró Peri en voz baja.
Y luego dijo más fuerte:
—Entonces probablemente deberías dejar de beber champán.
—Pero me encanta la forma en que las burbujas me hacen cosquillas en la nariz —dijo Andie, dejándose caer en una silla, y Peri le trajo un café n***o fuerte.
Andie se había convertido en la cougar por excelencia desde que el padre de Peri las abandonó hacía seis años, obligándola a asistir a fiestas universitarias solo para poder acompañarlas. A Peri no le importaba demasiado. Era tranquila y estudiosa, y los chicos del colegio nunca le prestaban atención hasta que su madre irrumpió en escena. A los seis meses de separarse, Andie se había ganado el título de MILF como una insignia de honor, asegurándose de que Peri fuera invitada a fiestas sensacionales siempre que la acompañara.
En algún momento de los últimos dos años, madre e hija habían intercambiado roles. Peri se encargaba de la casa, las facturas y se quedaba despierta preocupada por las noches mientras Andie salía de fiesta. Era Peri quien levantaba a su madre para ir a trabajar por la mañana y le recordaba sus citas y fechas importantes, mientras Andie se quejaba, se duchaba e iba al gimnasio.
Al ver a Andie despierta y preparándose para el día, Peri cogió su bolso y sus llaves, metió el ejemplar medio leído de O en su bolso y se dirigió a la puerta.
—Intenta no llegar tarde al trabajo, Andie. Te despedirán un día de estos, y no gano lo suficiente para mantenernos con este lujo —rió mientras miraba la pequeña y destartalada casa.
—Mi trabajo es tan aburrido que quiero ir a trabajar contigo y leer libros morbosos todo el día —dijo Andie riendo—. ¡Oye! ¿Por qué no vamos al club Hellfire conmigo este fin de semana, si quieres saber más sobre b**m?
—¡Es investigación, Andie! —Peri hizo una mueca al pensar en ver a su madre en un club b**m e ignoró la invitación—. No vuelvas a llegar tarde al trabajo, ¿vale?
Andie asintió, y Peri se fue a trabajar sin esperar la respuesta de su madre.