Capitulo 3

1048 Words
Apartando su portátil, Peri se frotó los ojos. —Almorzar —pensó—, necesito estirarme y dejar de pensar en sexo. Las ideas que la bombardeaban últimamente la convertían en una hormona andante, y por mucho que se esforzara en investigar con ahínco la esclavitud s****l en la antigua Roma, sin emoción, sabía que la estaba afectando. Quizás debería ir al club con Andie. Un rollo experimental de una noche podría ser justo lo que necesitaba. Sabía que ir a cualquier sitio con Andie era como caminar a la sombra de una estrella brillante, pero seguro que alguien la notaría si se hacía la discreta. Agarró su bolso y se dirigió a la cocina. Echó un vistazo a la oficina de Josh por detrás de su largo flequillo. Al verlo observándola de nuevo, aceleró el paso. Quizás podría salir un poco antes y pasar a ver a sus viejos amigos del departamento de investigación para ver si alguien quería tomar un café. Necesitaba una conversación tranquila y una generosa rebanada de tarta de queso. Sacó un recipiente de pasta de su bolso y lo metió en el microondas para calentarlo unos minutos. Tomó una Coca-Cola de la máquina, sacó la comida humeante del horno y se dio cuenta de que estaba demasiado caliente otra vez. Se giró distraídamente para volver a su escritorio, chocando directamente con un cuerpo alto y corpulento. —¡Ay, mierda! Lo siento muchísimo. Peri recogió la pasta, la salsa y el queso derretido que le quemaban el pecho. Ni siquiera se dio cuenta de con quién se había topado mientras el dolor la azotaba. Peri se dirigió al fregadero para dejar el recipiente y echar agua fría sobre la salsa hirviendo que le quemaba la piel. Tomó un montón de toallas de papel y las humedeció, secándose la piel enrojecida y el vestido. —Lo siento mucho —dijo por encima del hombro—. Normalmente no soy tan torpe. ¿Te manché algo? La voz divertida de Josh Craig habló y ella se congeló: —No. Parece que no quisiste compartir tu almuerzo conmigo después de que seguí el delicioso olor hasta aquí. Peri se llevó la toalla de papel empapada al pecho y levantó la vista. —¡Dios mío, Josh! —Peri, mortificada, dijo—: Lo siento muchísimo, señor. Limpiaré el desastre. ¿Quería algo? Peri retrocedió un poco más mientras él entraba en la pequeña cocina. —Eso parece una escaldadura muy fea. Creo que necesitas que te la revisen —le levantó la barbilla y le inspeccionó el pecho—. Ven conmigo. La tomó de la mano, recogió su bolso y la sacó de la habitación. Pasando junto a su secretaria, le ordenó: —Llama a mantenimiento para que limpien la cocina. Volveremos en un rato. Llámame al móvil si me necesitas. La arrastró tras él y entró en el ascensor, presionando el botón del sótano. Bajaron, y Peri recuperó la voz: —Me voy a casa, me cambio y vuelvo en una hora. Estoy bien, de verdad. —No creo que sea prudente conducir en tu estado, ¿verdad? —Arqueó una ceja mientras la miraba. —Estaré bien, de verdad —se quitó la toalla mojada que había estado agarrando contra su pecho, revelando grandes manchas rojas que la hicieron volver a colocarse la toalla e hacer una mueca. Josh no le soltó la mano, y al abrirse las puertas del ascensor, la sacó. Se dirigieron a un brillante vagón azul medianoche. Al abrir la puerta, murmuró: —Adentro. Le colocó el bolso en el regazo, le puso el cinturón de seguridad bajo el brazo y el pecho, y se inclinó sobre ella para abrocharlo, ajustándolo con fuerza. —Para que no te irrite el pecho —dijo en respuesta a su expresión confusa mientras ajustaba la mano bajo sus pechos. Obedeció dócilmente, consciente de que estaba mojada y desaliñada, sentada en el coche del jefe. Él arrancó el motor y arrancó a toda velocidad, haciendo que su bolso se cayera del regazo, derramando el contenido en el suelo. Peri se agachó para recoger un poco, aferrándose a la lata de Coca-Cola que había metido en el bolso antes de derramar su almuerzo por todas partes. Estaba helada, y se incorporó, rodando sobre su pecho, sintiendo que le quitaba algo de calor. —Buena idea —murmuró mientras la observaba rodar la lata desde su cuello hacia abajo, sobre cada pecho y hacia arriba. Al llegar a un centro médico, salió rápidamente mientras ella se agachaba para recoger su bolso, metiendo el contenido bruscamente. La puerta del coche se abrió y él se quedó allí observándola un momento: —Deja el resto, lo recogeremos cuando terminemos. La tomó de la mano y la sacó del coche, llevándola a la sala de espera. —¿Está Pete? —le preguntó a la recepcionista, quien asintió—. Bien, dile que estaré en la sala de cirugía 2. Peri se sintió impotente mientras él la empujaba de nuevo. —Allá arriba —señaló una mesa de examen y fue a un pequeño refrigerador regresando con una bolsa de hielo—. Toma, usa esto —tomó la lata de Coca-Cola de su mano mientras un joven médico entraba corriendo por la puerta. Pete los miró a ambos, evaluando que no había ninguna emergencia real y caminó hacia un banco cercano. —Entonces, ¿a quién tenemos aquí, chica nueva? —hizo una breve pausa antes de agregar—, ¿amiga? —Todavía no —dijo Josh encogiéndose de hombros. —Ya veo. ¿Y cuál es el problema? —Pete se puso los guantes y caminó hacia ellos. —Era la hora del almuerzo, un olor agradable emanaba de la cocina. Fui a revisarla y me encontré con ella derramando la comida sobre su pecho, como puedes ver —Josh parecía estar hablando por ella ahora que se dio cuenta. —Déjame echar un vistazo, señorita. —Peri bajó las manos con la bolsa de hielo—. Mmm, qué asco. ¿Puedes bajarte la parte de arriba del vestido, por favor? Peri miró a Josh y se sonrojó. Quizás deberías esperar afuera, Josh. Parece que la señorita... —Peri, Peri Wells —murmuró.
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